Quien me conoce sabe que no veo ciertos programas de
televisión, ni escucho otros de radio,
por pura higiene espiritual, moral y política. Siempre he procurado que
mis propias ideas y principios estén basados en mi modo de creer y ver las
cosas, en lugar de dejarme dirigir por comunicadores y políticos de los que ser
sectario e incondicional.
Es por este motivo que, de
programas como la noria, habré sido espectador quizás 15 minutos mal contados
en todo el tiempo que lleva de emisión. 15 mal contados minutos en los que me
ha bastado el comprobar quiénes son los participantes en los debates y que
atendiendo a sus antecedentes políticos y periodísticos, me han dado las
suficientes pistas como para saber, a ciencia cierta, en qué términos se
discute cualquier asunto que se trata en dicho programa.
Personajes como Enric Sopena,
periodista con el único argumento vital de derribar y hacer sangre de la
derecha o, en su defecto, de todo aquello que no sea izquierdista y
zapaterista; o Maria Antonia Iglesias, encarnación del estalinismo dialéctico
que arremete, insulta y grita aún más y mejor que el anterior, se muestran
incapaces de razonar desde el dialogo y la ponderación. Han llegado a tal odio
extremista hacia todo lo que se halla fuera de su pensamiento único, que la
expresión de sus rostros, en pantalla, anticipa cual va a ser su comentario
sobre el asunto que se trata en el momento.
Hoy, debido a la insistencia de
algunos de mis conocidos, a los que solo les ha faltado aplicarme tormento, he
buscado en You Tube un extracto del programa La Noria del pasado sábado, en el
que podido comprobar, con verdadero alivio, cómo el talento derrota sin
esfuerzo al histrionismo sectario de esos batasunos del zapaterismo que he
nombrado antes.
Sin compartir en absoluto el
empleo de algunas palabras mal sonantes que Pedro Ruíz usa al recordar una
frase anterior de Mª Antonia Iglesias, reconozco que me ha encantado el modo en
que Ruiz coloca en su sitio, sin esfuerzo aparente, a una mujer que,
dialécticamente, suele comportarse como un rinoceronte a la carga. Ha tenido
que ser un “no-político” el que arrincone y deje KO a una servil de la casta
política de la izquierda. (Hubiera sido lo mismo contra otro servil de la casta
política de la derecha).
En este tipo de periodistas,
Iglesias, Sopena... etc, el contenido suele brillar por su ausencia, lo único
que transmiten es demagogia y consignas de partido. Tal cosa queda expuesta a
la luz en los minutos finales del video. Iglesias se retira, vencida,
disculpando su mutis por sentirse herida al haber sido insultada. Tras haber
expuesto largamente que quien no está de acuerdo con sus apreciaciones es un
fascista – el argumento de siempre – se escuda en su condición de mujer porque,
como todo el mundo debería saber en esta España de Bibiana Aído, Leire Pajín y
demás partidarias de la imposición feminista, una mujer puede insultar,
menospreciar y exhibir cualquiera otra forma de agresión dialéctica, porque eso
garantiza la igualdad de sexos. Jamás puede un hombre reprochar a una mujer por
su trabajo, ideas o resultados, porque ésta hará valer su condición femenina
para asegurar su invulnerabilidad.
Me posiciono al lado de Pedro
Ruiz sin reservas. Yo llevaría como un galardón que Maria Antonia Iglesias, o
cualquiera de su cuerda, me llamase fascista, porque eso significaría no otra
cosa que soy más demócrata y defiendo la libertad más que ellos. Por una vez,
por una sola vez, me ha merecido la
pena ver unos minutos de un programa sensacionalista.