La actual crisis bien podría ser
una piedra de toque para probar la reacción del electorado español.
No quiero que se me
malinterprete. No se trata de que yo esté deseando que la crisis vuelque el
voto del PSOE hacia el PP. Como liberal conservador, cada día estoy más
convencido de que el Partido Popular, en su conjunto y salvando honrosas
excepciones, dejó de defender los valores del liberalismo económico y social que
con tanta fuerza, con aciertos y también con errores, defendió y puso en
práctica desde 1996. Además, y como me gusta recordar de vez en cuando para
poder comprender algunas cosas de la actualidad, Rajoy invitó a los liberales a
marcharse del partido. Detalle éste que, unido a otros muchos, refuerzan esa
apreciación que muchos percibimos como un acercamiento mal disimulado del PP a
ciertos postulados de la progresía, y que nos hace tan escépticos ante este
partido.
No hace muchos días recordaba,
hablando con unos amigos, cómo el pueblo español, en el 96, inmerso en el
ambiente político, que todos recordamos, de corrupción desbocada y desencanto
social, fue capaz aún de casi dar la victoria al PSOE, como hizo, aunque en
minoría, en el 93.
Durante aquélla conversación nos
preguntamos qué es lo que hace falta para que la sociedad española se revele y
alce su voz contra un presidente y un gobierno (y por extensión, contra esta
partitocracia parásita). ¿Caer en la miseria generalizada?.
He escuchado últimamente en
varias tertulias, y también he leído en muchos medios digitales, una pregunta
que considero está motivada precisamente por el comportamiento, o más bien por la falta de comportamiento, de
la ciudadanía durante estos años de crisis: ¿qué habría pasado si el gobierno
fuera de derechas? La respuesta la conocemos todos. Manifestaciones multitudinarias,
disturbios en las calles, acoso diario al gobierno desde la mayoría de los
medios de comunicación, denuncias sistemáticas por casos de corrupción…
El pasado martes José María
Fidalgo reconoció sin ambages que la huelga general de 2002 fue solamente una
huelga política. Entonces, cuando él era Secretario General de Comisiones
Obreras, no había crisis, pero los sindicatos, bajo las órdenes del Partido
Socialista, movilizaron a la masa con el único propósito de desgastar al
gobierno de Aznar.
En España, comparar el presente
con el pasado suele dar malos resultados. La sociedad que entonces permitió que
se paralizara la nación, viviendo un histórico periodo de prosperidad, es la misma
sociedad que ahora tiene cinco millones de desempleados y un tejido industrial
y económico bajo mínimos, y que no quiere protestar contra un presidente y un
gobierno ineptos y unos sindicatos vendidos al poder.
Zapatero anunciará, en breve,
nuevos impuestos. Sus ministros quedarán en evidencia, por haber asegurado que
no existían esos nuevos impuestos en la agenda del presidente; lo que no denota
más que una gravísima falta de iniciativa del ejecutivo. La nación parece ir a
la deriva y ZP gobierna a golpe de ocurrencias.
¿Qué más hace falta para una
protesta general?
¿Qué más es necesario para convocar elecciones generales?
El gobierno tarda cinco horas en aprobar el plan de ajuste de Zapatero.
El gobierno tarda cinco horas en aprobar el plan de ajuste de Zapatero.
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