Dorian
Gray: la maldición de nuestro siglo
por
Isabel del Río
Que el siglo XX comienza en 1914, cuando la
Gran Guerra desoló Europa junto a su cultura y ética, es una afirmación compartida
por la mayoría de la historiografía contemporánea; y que el siglo XX todavía no
ha concluido, es una constatación que cualquier persona leída posee: salvo la
difusión de algún nuevo artilugio electrónico o informático nada ha cambiado
desde los años veinte o treinta pasados
en que, por cierto, también vivían sumergidos en crisis económicas y gravísimas
radicalizaciones políticas.
Somos aún parte del siglo XX, un siglo
triste de muertes físicas y psicológicas, donde el hombre camina solo, sin
creencias en que ampararse ni pasiones con que alimentarse, y donde el triunfo
del Racionalismo y la Ilustración, que se gestó en el siglo precedente, ha
conseguido demediarnos y crear una caricatura de ser, ajeno a sentimientos y
pasiones, ajeno a su otra mitad artística y piadosa, misteriosa y heroica, que
la razón no puede explicar y que, por tanto, se deshecha con la estulticia de
los que sólo adoran a Pluto y se aferran a su culto para encontrar la seguridad
del que cree que con metal podrá comprarlo todo en esta vida, incluso su
inmortalidad.
Dietas y gimnasios, vitaminas y estéticas,
siliconas y comportamientos adolescentes en personas adultas, forman parte de
la obsesión del que cree que por no engordar vivirá eternamente, y del que
añora borrar las arrugas de su cara a golpe de talonario pretendiendo que ese
mismo talonario detendrá el fatal transcurrir de su limitado tiempo.
No es de extrañar así el último éxito de
Dorian Gray, el mito eterno del narcisista que no quiere envejecer y que ya
trató con maestría el poeta Ovidio, aunque su conformación moderna se la
debamos a Oscar Wilde, dentro de una novela (“The Picture of Dorian Gray”, 1890) que la crítica define como una
de las últimas obras decimonónicas de terror gótico y de temática faustiana,
temática que retomará Thomas Mann después, precisamente, de la endiablada y
materialista Segunda Guerra Mundial.
No es el pacto con el mal lo que más
repugna de Dorian Gray sino su motivación, una motivación superficial e
infantil de aquél que quiere ser siempre bello (“gente guapa” recalcamos con
entusiasmo hoy en día). El Fausto que se corrompe en la obra de Goethe lo hace
por el conocimiento de lo prohibido, el de Thomas Mann ansía gloria, pero el
vanidoso que crea y recrea Oscar Wilde, siempre ante su espejo (metafóricamente
representado en un cuadro), lo hace para no asumir las consecuencias de las
responsabilidades que socavan la frente del que lucha y trabaja, del que no
puede aparentar ser ya un niño cuando decide defender a la generación
posterior. Dorian Gray es un auténtico idiota que se cree un dios, y son sus
propios “poderes” los que provocan el maleficio, porque pacto con Satanás en la
novela de Wilde no existe propiamente y es la voluntad del protagonista la que
obra el prodigio de detener las consecuencias del paso del tiempo en su
apariencia física y trasladarlas a su oleosa alma: un cuadro.
Pero también repugnan los que le rodean:
Lord Henry, el pintor Basil Hallward, la despreciada Sibyl Vane (nótese el juego con el apellido) e
incluso su hermano, incapaz de cumplir con la venganza prometida al ser, como
todos los otros, seducido por la “incorrupta” apariencia del bello y malvado
Dorian… Un mundo de apariencias en una novela de estilo preciosista para
reforzar esta triste moral: la nuestra, también “vane”.
No, no creo que “El Retrato de Dorian Gray”
sea la última novela decimonónica de tema gótico, creo que es el primer
antecedente de lo que el siglo XX habría de traer. Después, en 1914, catorce
millones de muertos que a nadie “importante” importaron sellarían nuestro
tiempo, al son de faldas cortas y charlestón, de engaños y explicaciones racionales, de fashion y de prédicas que nos prometen
la eterna juventud.
**Isabel del Río es autora de la novela
“Ariza” (editorial Alcalá, 2008) y del ensayo “Las Chicas del Oleo, pintoras y
escultoras anteriores a 1789” (editorial Akrón, 2010). Dirige la revista
cultural bilingüe (español-inglés) Yareah magazine.
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