Con unos días de retraso, publico este artículo de Martín Cid. Un recomendable acercamiento al mundo de la literatura.
por Martín Cid
Literaturas, lo que se dice grandes literaturas, pocas hay: están la
española, la inglesa y la francesa, desde luego, pero también (y no menos
importante) sobresale, ni menos ni más que las otras, la gran literatura rusa,
madre de tantos y tantos grandes autores. Ya que ha sido hace relativamente
poco su aniversario, me gustaría recordar la figura de Liev Tolstoi.
Y es que Tolstoi fue tal vez el más grande novelista clásico de todos
los tiempos. Y lo fue en cuanto a manejo de personajes y estructura literaria,
en esas grandes obras publicadas por entregas que cobraba a millón la página
(que nadie se asuste, es una frase hecha). Tolstoi escribió primero Guerra y
Paz entre 1865 y 1869 para redactar seguidamente Anna Karénina entre los años
1875 y 1877, quizá sus dos novelas más famosas.
Para quienes no se hayan acercado aún a la gran obra del gran maestro
ruso les daré una frase: Tolstoi supone el culmen de la novela en cuanto a
cohesión de personajes con el trasfondo histórico-social que los rodea. Ya
decía Kerouac que no había encontrado novela más perfecta que Guerra y Paz.
Quizá tenga razón (habría que añadirle Un Siglo de Cenizas y alguna genialidad
más) y quizá tenga más razón porque se trata de una obra nacida de la
imperfección: de la imperfección de un pueblo que lucha y se apiada en el
paradigma de huir y enfrentarse, entre el odio y la miseria y entre la paradoja
de ser cobarde para poder existir: ¿heroísmo? Grandísimas diferencias vemos con
otro gran escritor ruso (aunque algo posterior) como Dostoievsky, sí, pero
también grandes similitudes: si en Tolstoi este tiempo de cambio se vive como
algo histórico en el propio contexto de la novela, este mismo contexto es el que
configura la psicología del personaje en Dostoievsky. Pensemos un momento en
las dos grandes novelas de los dos grandes autores (Guerra y Paz, y Crimen y
Castigo): el asunto de Napoleón ha cambiado tanto a Pierre Bezukhov como a
Rodion Romanovich Raskolnikov. Si bien los trasfondos son diferentes, los
personajes rusos siempre se han visto abocados a este devenir histórico que
modifica sus vidas y conciencias (también en los casos de Gorki, Pushkin,
Turgeniev, Gogol y tantos y tantos otros). Así, siendo el primero de los
grandes escritores rusos, Tolstoi es precisamente el más perfecto por tratarse
del modelo más puro y, quizá, también más afrancesado (en el sentido de la
novela moderna).
Tolstoi es también el escritor de los grandes espacios abiertos (esto
tampoco es mío, pero no recuerdo dónde lo leí) como Dostoievsky es el narrador
de la tortuosa ciudad. Es el hombre que mejor trata una novela que podríamos
calificar fácilmente de “inglesa” (claramente, sin llegar nunca a serlo): las
fiestas en sociedad y la frivolidad y los grandes viajes y los personajes
excéntricos y las grandes damas que, finalmente, se mantienen siempre en pie
(mucho tiene que ver la Katy Scarlata O’Hara de Lo que el Viento se Llevó con
la Sonia de Guerra y Paz). Es la grandeza dentro de la miseria de la guerra y
la miseria dentro de la selecta sociedad: como todos los grandes, la novela se
construye en torno a paradojas que se reconstruyen y cambian, a veces
diametralmente otras no, dentro de la propia narrativa interna del relato.
Mientras Dostoievsky se cierra hacia lo interior, Tolstoi se erige en su
antítesis porque el exterior se adueña de la idiosincrasia del personaje, de
las costumbres de sus miembros y de la tierra seca y nevada que un día los vio
crecer. Ahora los personajes de Tolstoi vuelven a rezumar vida cuando menos nos
lo esperamos, con una Anna Karénina esperando el tren.
Nunca estuvo más viva.
**Martín Cid es autor de las novelas Ariza (ed. Alcalá, 2008), Un Siglo
de Cenizas (ed. Akrón, 2009), Los 7 Pecados de Eminescu (e-book) y del ensayo
Propaganda, Mentiras y Montaje de Atracción (ed. Akrón, 2010). Fundador de la
revista cultural Yareah.
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