Hoy, lunes, no había en la ciudad
ambiente de huelga general. Vi algunos carteles sindicalistas pegados en unas
pocas paredes y tres o cuatro personas repartiendo octavillas con propaganda
invitando a la huelga, pero nada más. De hecho, observé que muchas personas
rechazaban la publicidad ofrecida por los sindicalistas. Como detalle, siete
personas seguidas se negaron a recoger los papeles que repartía un muchacho a
la entrada del Puente de Piedra, en la orilla derecha del río.
Yo sí tomé uno. Leí rápidamente
lo que proponía el texto. Invitaba a trabajadores y propietarios de comercios y
negocios (como si éstos no fueran trabajadores también) a ausentarse de sus
puestos de trabajo y a cerrar los locales comerciales en apoyo de los
sindicatos que se revelan contra el gobierno y su reforma laboral. Esto último
no era demasiado contundente, pero podía servir para engañar a cualquier tonto
que quede en España dispuesto a confiar en UGT, Comisiones Obreras, Cándido
Méndez y Fernández Toxo.
Al medio día, volviendo en el
autobús que me conducía hasta las afueras de la ciudad, donde suelo dejar el
auto para evitar manejar hasta el centro, escuché el resumen local de noticias
de Onda Cero. Un corte de audio de una rueda de prensa que ofrecieron los
sindicalistas en Aragón exponía muy claro cuales serán las intenciones
sindicales el próximo día 29. Un sindicalista – me es indiferente saber su
nombre y su sindicato de origen – decía que los sindicatos actuarán duramente
durante la huelga. ¿El motivo para justificarse?, este tipo consideraba que
obligar a las empresas municipales y de servicios a ofrecer servicios mínimos
va en contra de los intereses de los trabajadores. El verdadero motivo es que
los sindicatos conocen muy bien el escaso apoyo que recibirán por parte de la
población y saben que colapsar los transportes y otros servicios les daría una posible
victoria mediática que, seguramente, no será una victoria moral sobre el
gobierno socialista al que han protegido hasta ahora abandonando a los
trabajadores.
La llamada a la violencia está
servida. Este sindicalista, seguramente recibiendo órdenes superiores, alienta
y justifica con antelación los incidentes que puedan producirse, a la vez que
procura asustar con esas mismas palabras a los comerciantes. Dicho de otro
modo. Este sindicalista, como otros muchos por toda España, respalda la
comisión de los delitos que a buen seguro se producirán el próximo día 29.
Cerraduras llenas de silicona, pintadas y destrozos en los cristales de tiendas
y cafeterías, cortes de tráfico, ataques a autobuses, trenes, taxis, vehículos
de reparto, amenazas y agresiones a los
empleados que pretendan acceder a sus puestos de trabajo… ¿Qué otra cosa puede
significar “actuar duramente”? No debería actuar la justicia en estas circunstancias?
¿Los “piquetes informativos” respetarán el derecho a trabajar de quienes
quieran trabajar?
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