Hay cosas que cambian muy poco
con el paso del tiempo. Recuerdo una tarde, hace de esto 28 años ya, que fui a
los Pinares de Venecia, en Zaragoza, a visitar a una persona mayor de mi
familia. La encontré en su actividad habitual de todas las tardes, sentada en
los bancos al sol, con otros muchos ancianos, charlando animadamente unos,
mientras otros jugaban a la petanca.
En aquella ocasión, entre los
jóvenes y adultos que estaban también por allí visitando a sus mayores, llamó
mi atención un tipo de unos 50 años, mal encarado, que hablaba casi a gritos,
como quien necesita hacerse oír por encima de los demás para asegurarse de que
tiene la razón.
Pregunté quien era aquél
elemento. “Viene a jugar mucho a la petanca. Se ha metido en la política y
todos los días presume que es de la UGT”.
Eran días de campaña electoral de
1982. El año en el que Felipe González ganaría las elecciones generales para no
marcharse de La Moncloa hasta 1996.
“¿Siempre habla a gritos?”
pregunté a uno de los ancianos con los que estaba charlando. “Ahora más”,
contestó uno que siempre estaba de buen humor. “Como se cree importante, no hay
quien le aguante”. Yo estaba por reanudar la conversación anterior, en la que
uno de los abuelos nos contaba la aventura que suponía viajar de Zaragoza a
Madrid en los años 40s, cuando otro de los ancianos comentó: “Ayer mismo, por
la tarde, nos dijo que no teníamos que
votar ni a Fraga ni a la UCD porque, si ganaban, nos quitarían las pensiones.”
“¿Y usted que piensa?”
“Que le den por el c… al idiota
ese”, dijo el anciano. “Cuando estaba en la Falange no chillaba tanto como
ahora”.
Les aseguro que este episodio
vuelve a mi recuerdo muchas veces. Generalmente, durante las campañas
electorales. Más concretamente, en la de 1996, cuando uno de los principales
argumentos del PSOE, para convencer a las masas de la maldad de la derecha, era
que si ésta llegaba a la presidencia de la nación, bajaría las pensiones de los
jubilados.
Puedo llegar a entender, aunque
no lo comparta en absoluto, que los partidos políticos ideen semejantes
estrategias para atraer votos mediante el miedo a la victoria del contrario.
Algunas formaciones políticas son expertas en esta suerte de manipulaciones,
conscientes de que, entre los votantes, siempre hay un buen número dispuesto a
dejarse manipular, sea por ignorancia, miedo o comodidad.
Ayer leí en la prensa que UGT
publica una serie de videos para explicar a los españoles el orígen de la
crisis económica y el por qué del comportamiento del propio sindicato durante
estos últimos años.
He tenido tiempo para ver el 1er
vídeo. Esperaba algo más panfletario. Más banderas sindicalistas, fotos de los
líderes sindicales sonrientes y arropados por muchedumbres, referencias a la
malignidad aviesa de la derecha, los empresarios y el capital, algún vídeo de
Aznar, en primer plano, fundiéndose con el rostro de Bush…
La novedad de este vídeo, y
supongo que será así en los restantes de la serie, es que UGT ha decidido
tratar al público como a un montón de ignorantes. Y, seguramente, entre los
ignorantes esta campaña obtendrá un éxito completo.
El guión por el que se conducen
los personajes de esta comedia es verdaderamente mediocre. Incide en los
tópicos que funcionan tan bien aún entre la izquierda: el empresario enemigo,
el capital cruel, el jefe estúpido y déspota…
Pero fíjense bien en el “jefe de
la oficina, interpretado por el Chikilicuatre (lo que no deja de ser una
garantía del absurdo, dados los antecedentes). A mí, mas que recordarme a un
típico jefe, me recuerda mucho más a un par de enlaces sindicales y liberados
que conozco. Debe ser que ambos tópicos se parecen tanto que acaban por
confundirse…
Durante años, los sindicatos
mayoritarios han tratado a sus simpatizantes, afiliados y a la generalidad de
trabajadores que dicen defender como a verdaderos imbéciles de los que
aprovecharse. Ahora, además, UGT se cachondea desde You Tube.
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