Tiene uno la sensación de que la
política española llega a parecerse mucho a aquella película de Groundhog’s
Day, en la que la vida de Bill Murray – como Phil Connors – entra en un bucle
de tiempo, repitiéndose un día concreto una y otra vez. Así, el protagonista
vive tantas veces las mismas situaciones, que aprende de memoria lo que va a
suceder en cada minuto de su tiempo.
Pues eso es exactamente lo que
sucede cada vez que un gobierno sin suficientes votos pretende aprobar
iniciativas, leyes y presupuestos generales: que la historia se repite, apenas
sin variación, y los partidos independentistas antiespañolista aparecen en
escena hablando de asegurar la
estabilidad del estado al que menosprecian.
En esta ocasión es el PNV quien
vuelve a dar un respiro a Zapatero. Los votos de los nacionalistas vascos harán
posible la aprobación de los próximos Presupuestos Generales del Estado y
evitarán, o quizás solo retrasarán por un tiempo, otra de esas crisis que el
presidente del gobierno gestiona negando la realidad y que repercuten tan
negativamente en el bienestar de los ciudadanos.
El Partido Nacionalista Vasco
obtiene, con este nuevo apoyo a Zapatero, el traspaso efectivo y el estudio de
traspaso de un total de 27
competencias más para la comunidad vasca. Se incrementa así el listón en un
territorio que antes ya gozaba del mayor nivel de autonomía con respecto a un
gobierno central que existe en cualquier país de Europa.
Para justificar este modo de
“garantizar la estabilidad del estado”, Zapatero, alguno de sus ministros y
otros líderes socialistas han iniciado ya este fin de semana una campaña
mediática pata tratar de justificar lo sucedido ante su electorado y la opinión
pública en general. En los cortes de vídeo que han ofrecido los informativos de
TV se aprecia a un Zapatero que trata de transmitir una sensación de plenitud
que dista mucho de ser real. Su propio hundimiento en las pasadas encuestas de
opinión e intención de voto son el barómetro más fiable para interpretar hasta
qué grado de hastío ha llegado la ciudadanía con respecto al presidente y su
gobierno. Para tratar de paliar esto y minimizar el impacto negativo de opinión
que supondrá esta nueva y abundante concesión a los independentistas, Zapatero,
Blanco y algunos otros declaran en alta voz que no hay otro candidato que ZP,
que la legislatura llegará a su fin, que la oposición está perdida en su propio
inmovilismo y que la actual política de “¿iniciativas”? contra el desempleo y
la crisis económica son lo que conviene a la nación.
El gobierno socialista deja
intencionadamente en segundo plano los puntos de negociación acordados con el
PNV con respecto a ETA y el empeño de los independentistas por lograr la
participación social y política de los terroristas en las provincias vascas. No
importa que la ley prohíba esa
participación. Para los independentistas es vital acaparar los votos radicales
de quienes defienden y apoyan a ETA, y el mejor modo de conseguirlo es
apuntarse el mérito de haber derrotado al “estado español” a favor de “euskal
herría”.
Los primeros pasos de esta nueva
traición ya se han producido. Ahora, la estrategia de defensa de los
socialistas pasará, como siempre, por presentar a la oposición como catastrofista,
vacía de ideas y ansiosa por asistir al derrumbamiento de España para poder
llegar al gobierno caminando sobre las ruinas del estado. Entre las filas
socialistas y sus simpatizantes esta propaganda funcionará de maravilla.
Mientras tanto, el Partido Popular, como es de prever si nos atenemos a la
experiencia de estos últimos años, caerá en la trampa de hacer oposición débil.
Y la verdadera oposición se ejercerá desde medios de comunicación que no sean
propiedad ideológica socialista.
La mayor muestra de cinismo la ha
ofrecido, una vez más, el presidente Rodríguez Zapatero, al agradecer con sus
propias palabras a los independentistas vascos por “su capacidad de pacto y
sentido de la responsabilidad”. Como si tener capacidad de pacto consistiese en
pedir sin renunciar a nada y poner la mano sabiendo lo que se recibirá de un
gobierno que está en manos de su propia debilidad.
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