Muchos columnistas han hablado
hoy de la entrevista a Felipe González que publicó El País este pasado fin de
semana, y todos lo que he leído coinciden en que las declaraciones del
expresidente pueden tomarse como una confesión, más de 20 años después, sobre
la realidad del terrorismo de ETA y de la corrupción que los españoles tuvimos
que contemplar y vivir a diario por aquellos largos años.
Yo recuerdo muy bien el ambiente
electoral de las elecciones de 1993 y 1996. En aquellas fechas la campaña
socialista (y, por tanto, institucional) contra la oposición, medios de
comunicación disidentes y algunos periodistas en particular, era descarnada y
feroz. Quienes se atrevían a denunciar la realidad de la corrupción
generalizada y de las irregularidades cometidas en la lucha antiterrorista
sufrían las consecuencias de la venganza
del poder socialista.
Ahora, en el presente, es una de
tales confesiones la que más ha llamado la atención de lectores y
comentaristas. González se sincera asegurando que tuvo en sus manos la
posibilidad de acabar con la dirección de ETA al completo, pero no llegó a dar
la orden:
“Se localiza lugar y día
-continúa González-, pero la posibilidad que teníamos de detenerlos era cero,
estaban fuera de nuestro territorio. Y la posibilidad de que la operación la
hiciera Francia en aquel momento era muy escasa. Ahora habría sido más fácil
(…) En aquel momento solo cabía la posibilidad de volarlos a todos juntos en la
casa en la que se iban a reunir (…) La decisión es sí o no. Lo simplifico,
dije: no. Y añado a esto: todavía no sé si hice lo correcto”.
Dejando al margen las posibles
consideraciones morales y éticas de la guerra contra el terrorismo y de las
implicaciones de corrupción y demás ilegalidades en las que se vio envuelto el
gobierno, hay otros muchos temas sobre los que el entrevistador podría haber
incidido y pasó de largo.
Por ejemplo, el expresidente
admite que la corrupción llegó a ser una de las mayores causas de desgaste de
la imagen pública de sus gobiernos. Esto no es más que reconocer una verdad que
entonces fue negada hasta la saciedad. Pero con este reconocimiento no se ponen
en claro sucesos como el estreno del gobierno socialista con la expropiación de
RUMASA y su posterior desmantelamiento, que finalizo en ventas a bajo precio de
varias de sus empresas a industriales y hombres de negocios amigos de Felipe
González y del PSOE, tanto en España como en otros países. Aquello fue el
principio de una vergonzosa trayectoria de casos que no finalizaría hasta
pasados 13 años. En el recuerdo quedan los más representativos, tanto
autonómicos como nacionales. Flick, Filesa, Fondos Reservados, BOE, Guerra,
Ibercorp, Expo 92, AVE, Roldán, GAL, Naseiro, PSV… más una lista inacabable de
irregularidades de particulares que llenan las hemerotecas.
El País nos ha ofrecido otro
habitual numerito de distracción. Más madera, que diría Groucho. Una entrevista
en la que Mister X habla mucho sin decir ni reconocer apenas nada. Aunque
tampoco hace falta que el personaje se explique mucho, porque su perfil moral y
ético ya es sobradamente conocido, incluso por algunos de los que le tenían por
un gran estadista.
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