En un clima mediático dominado por la tragedia de Japón el resto de las noticias pierden fuerza y parecen quedarse a medio camino. Hasta las estupideces más coloristas pasan prácticamente inadvertidas, como ha sido el caso de un colaborador de Joan Laporta, que ha comparado sufrir el horror de un terremoto devastador, y su posterior tsunami, con el hecho de ser español en Cataluña.
Alguien dijo en una ocasión que al caballero se le conoce por sus maneras en la mesa y en el juego. Yo diría que a una persona de bien se la reconoce por su reacción en lo buenos y en los malos momentos. Estoy convencido de ello.
Sin embargo, el comentario de este tarado moral no pasa de ser una típica payasada orquestada para ganar atención y titulares. Me parece más grave que Patxi López haya dicho que le “duelen las lecciones que le dan a 500 kilómetros de distancia” con respecto a ciertas declaraciones suyas sobre Sortu, en las que pretendía dejar un resquicio abierto a la posibilidad de que la nueva formación política presentada por los asesinos de ETA pueda presentarse a las próximas elecciones municipales y autonómicas.
López no asume que desde fuera de las vascongadas nadie pueda pretender opinar sobre las actuaciones del PSOE y PP vascos, por ser los cargos públicos y militantes de ambos partidos los que tienen que vivir y trabajar permanentemente escoltados para prevenir atentados en su contra.
Creo que nadie ha pretendido jamás menospreciar el esfuerzo y sufrimiento de muchos vascos por la libertad, la convivencia y la democracia. Pero se equivoca quien crea que el fenómeno de ETA, sus crímenes y la enorme desgracia que ha traído sobre cientos de miles de personas es privativo de los vascos.
Muchos españoles de otras regiones han sido heridos y asesinados por los asesinos de ETA, y señalados como objetivos de la organización criminal, tanto dentro como fuera de las provincias vascas. Los atentados más atroces, por su número de víctimas, se han dado en otros lugares de España.
Además, no deberíamos olvidar, pese a cierta manipulación histórica interesada y llena de mitologías, que ETA no nació como un movimiento clandestino destinado a luchas contra la dictadura franquista, tal y como pretenden hoy algunos que desde sus tribunas mediáticas de buenísmo y conciliación política, siempre hallan el modo de disculpar en cierta manera a los asesinos y a sus representantes políticos. ETA es, desde el mismo día de su creación, un movimiento criminal antiespañol, tal y como quedó bien patente desde la transición, por si a alguien albergaba aún alguna duda.
Personalmente, creo que en situaciones como esta, el orgullo sobra. Y creo que Patxi López ha pecado de orgullo en esta ocasión. Quizás, esto no hubiese pasado si, como miembro de un partido socialista que él mismo define recientemente como vasco y español, sus miras políticas fueran más amplias o equilibradas entre esas dos realidades que algunos siempre tratan de presentar como incompatibles; la realidad vasca y la española.
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