Denuncias recién
tramitadas aparcadas en un cajón, amenazas, acoso social y laboral… En el
ámbito periodístico y de la información en España existe una verdadera línea
roja que no se debe trasvasar si uno no quiere ser aplastado (literalmente a
veces) por el sistema. ¿Quiénes ejecutan las ordenes contra los informadores
molestos? Simplemente hay que atar cabos para comprender por qué hay causas que
jamás prosperan en los tribunales, que policías y ex policías participan en
maniobras de espionaje fuera de cualquier cauce legal, o que particulares de
muy oscuro pasado contratados como “externalizados” por los servicios secretos apoyen
o dirijan otro tipo de operaciones a cambio de grandes cantidades de dinero de
las que rara vez se puede rastrear el origen.
El gran público nunca se
pregunta por qué hay estamentos, instituciones y poderes fáticos que nunca,
nunca, nunca, se ven perjudicados por los grandes escándalos, a pesar de ser
quienes están detrás de esos grandes escándalos. El gran público, un casi total
porcentaje de la ciudadanía, está más atento a la “actualidad diaria” que pasa
por la publicación del libro de Pedro Sánchez y sus sandeces en negro sobre
blanco, en la corrupción de los partidos políticos, especialmente en los que
son contrarios a la ideología de cada uno, en el guerracivilismo de Rodríguez
Zapatero que Pedro Sánchez ha venido a resucitar a cuenta de un cadáver y que
mantiene a tantos españoles divididos y enfrentados, en los ganadores y
perdedores de Gran Hermano y otros realities diseñados para aborregar aún más a
muchos tarados ya previamente aborregados, en las maniobras políticas entre
partidos que rara vez son lo que parecen, como el tiempo acaba demostrando…
En el caso de José
Antonio Abellán, la persecución que sufre desde hace años proviene de “la
institución”, que es como él se refiere habitualmente a esa iglesia católica
cuya conferencia episcopal tiene una larga experiencia en zancadillear periodistas
que nada tiene que envidiar el grupo PRISA. Ahora ya existe un sumario judicial,
lo que significa que al menos una de las denuncias interpuestas por Abellán ha
sido admitida a trámite y hay diligencias en curso. Al respecto, las
revelaciones que el comunicador hace en esta entrevista son muy reveladoras,
aunque desgraciadamente no sorprendentes para quienes tratamos de estar mejor
informados sobre la actualidad. En el caso de la iglesia católica y del Opus
Dei, hace referencias a su infiltración en el ministerio del interior y otros,
y en el mercadeo de favores que, en ocasiones, persiguen acallar y enterrar
informaciones incómodas. Pero que nadie se engañe. La iglesia católica no es ni
la única ni la mayor de esas instituciones/corporaciones/grandes empresas que
conforman la gran y profunda corrupción en España. Aunque sí existe mucha más
relación entre todas ellas de la que pueda parecer a primera vista.
Por descontado, en la
entrevistas también hay alguna referencia al comportamiento de los partidos
políticos respecto a cómo tapan los escándalos que conocen a cambio de cargos y
jugosos sueldos públicos.
En resumen. El
testimonio de José Antonio Abellán constata que en España no hay libertad si
uno se sale del redil, que la corrupción de los partidos políticos y las
administraciones públicas es tan solo el último escalón visible, y que más
arriba existen élites de las que nunca se habla en los medios, precisamente
porque los medios de comunicación libres en España se pueden contar con los
dedos de una mano. Élites que distribuyen la financiación de los partidos, la
publicidad en los medios, y las comisiones, pagas y gratificaciones a
personajes de la vida pública obedientes y cobardes frente al poder, pero muy
valientes ante el indefenso.
Una entrevista de las
que nunca se oyen en los medios españoles. Ni siquiera en los que van de “independientes”, pero se arrodillan ante la facturación anual de la publicidad.
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