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Si hay un titular que me ha impactado en
estos últimos días ha sido el aparecido hoy sábado, 18 de mayo, consultando un
diario digital:
Pagazaurtundúa: “hubo miles y miles de
chivatos que deberían decir ‘yo soy como Josu Ternera’”
Durante los últimos días, en esta España tan
rara que en demasiadas ocasiones no hay quien la entienda, la noticia de la
detención del criminal dirigente de la banda terrorista ETA ha tenido gran
repercusión, no solo por el hecho en sí de la detención de un terrorista que
permanecía en la clandestinidad desde hacía casi dos décadas; también por las
reacciones, y seguramente también la falta de reacciones, de diferentes
sectores políticos y de la comunicación por todo el país. El ejemplo del
socialista Eguiguren, un impresentable que debería haber salido de la vida
pública hace mucho tiempo, ha sido el más clamoroso de todos. Llamar a Ternera
“héroe de la retirada”, un término que no se ajusta en absoluto al papel que el
ahora detenido jugó en el supuesto fin de ETA, no ha sido más que un elogio
inmerecido por parte de un tibio que tiene muchos compañeros de partido bajo
tierra, hacia un sanguinario criminal.
Maite Pagazaurtundúa es una mujer a cuyo
lado el Valor adquiere a una dimensión máxima. Víctima del terrorismo, y
luchadora incansable contra ETA y su entorno, ha concedido una entrevista a El
Independiente (un diario digital que desde hace varios días no me parece tan
independiente) en la que la eurodiputada incide en el terrible y casi nunca
tenido en cuenta aspecto “social” del terrorismo etarra: el apoyo incondicional
que una parte importante del pueblo vasco hacia los terroristas y sus
sanguinarios hechos.
En la entrevista, Pagazaurtundúa compara
a los vascos que se muestran incondicionales de ETA con aquella parte del pueblo
alemán que recibió con los brazos abiertos al partido nazi y justificó sus
crímenes. Una parte mucho mayor de lo que ahora quieren admitir
algunos historiadores, exactamente igual que sucede con esos vascos que se
niegan a condenar categóricamente los atentados de ETA, que califican como
“víctimas del conflicto” a las víctimas del terrorismo, y que consideran,
muchos de ellos ya aleccionados desde las guarderías infantiles vascas de los
años ochenta, que el fin justifica los medios, incluso si esos medios tienen
como resultado novecientos muertos, entre los que figuran no pocos niños
fallecidos o supervivientes de atentados que han marcados sus vidas para
siempre.
Lo que asegura Maite Pagazaurtundúa sobre
esa parte de la sociedad vasca es rigurosamente verídico. Ella lo sabe mejor
que nadie porque es de allí y ha vivido el rechazo y el acoso que cualquier
vasco que se siente español puede llegar a sufrir. Yo conocí tal rechazo como
forastero, y conozco a varios vascos que tuvieron que dejar su tierra por no
ser partidarios de los asesinos.
Como sucede con el independentismo
catalán y la prolongada tragedia que está provocando desde hace tanto tiempo, el
independentismo vasco ha logrado enterrar sus raíces tan hondo en las
conciencias de sus partidarios, que éstos han perdido cualquier capacidad de
empatía o de diálogo con quienes no sean partidarios. La única diferencia que
existe entre ambos es que el vasco ha matado mucho más y el catalán ha robado
mucho más. Pero si analizamos con detenimiento el discurso que Maite
Pagazaurtundúa y otras víctimas de ambos movimientos criminales sostienen desde
hace años, el resto de características de ambos es prácticamente idéntico. De
hecho, al independentismo catalán no parece haberle caído bien la noticia de la
detención de Josu Ternera.
Lo sucedido tras la detención del
indeseable Ternera es invariablemente idéntico a lo ocurrido en otras ocasiones
similares en las que un significado terrorista de la banda criminal acaba en
prisión. El blanqueamiento y disculpa hacia el criminal no solo procede de “su
pueblo”; también hay algún político tibio, como el caso de Eguiguren,
socialista condenado por maltrato a una mujer al que las feministas jamás han
criticado, que no tardó ni unas pocas horas en tratar de decir algo positivo de
Ternera.
Si no fuera por la gente de bien que
resiste heroicamente, como es el caso de Maite Pagazaurtundúa y tantos otros
que desde sus tribunas públicas o desde sus vidas anónimas resisten al odio del
independentismo, éste no solo habría conseguido ya todos sus objetivos; también
habría blanqueado la historia, como en otros aspectos pretende hacer la Ley de
Memoria Histórica que Zapatero impuso y Rajoy continuó. No somos conscientes de
lo mucho que debemos a estos verdaderos valientes. Aunque, desgraciadamente, sí
hay quien sabe lo mucho que les debe y no lo manifiesta.
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