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Una de las formas que se me ocurren más
seguras para que un político pierda unas elecciones es que proponga convertir
los canales de televisión en espacios de programación de calidad que aparquen
la telebasura para horarios de madrugada.
¿Pero, qué podemos entender por
telebasura? Seguro que lo primeo que pensamos es en Telecinco; para mí,
Telecirco. Este canal, tanto el principal como los secundarios, constituyen el
mejor ejemplo de televisión basura en España, sin perjuicio del tipo de
comunicación y espectáculo que practican otros de la competencia.
Telecirco tiene una serie de programas,
repartidos por varios de sus canales del sello Mediaset, en los que las figuras
principales siempre son los mismos. Uno o dos presentadores estrella,
generalmente haciendo gala de su homosexualidad; una serie de periodistas que
se atacan entre ellos y exponen sus vidas privadas a conveniencia de talonario,
y un pequeño rebaño de famosos, unos son artistas venidos a menos y otros son
participantes de realities que van apareciendo en todos los programas siguiendo
el guion que les marca Telecirco para simular romances, cuernos y desavenencias
que, por mucho que cueste creerlo, disparan las audiencias entre un público tan
falto de cultura y principios que es capaz de tragar con cualquier cosa que le
ayude a evadirse de la vida diaria.
Y aunque en España e Italia la telebasura
sea el fenómeno más acusado de la televisión (no en vano Mediaset es propiedad
de un italiano que produce casi los mismos programas en ambos países), en el
resto de Europa la programación soez y palurda también tiene sus numerosos
seguidores. El canal privado de televisión ITV acaba de cancelar el Jeremy Kile
Show, espacio polémico y sensacionalista, por un oscuro caso de suicidio de un
hombre llamado Steve Dyamond, quien participó en este programa sometiéndose a un test
de polígrafo que reveló que Steve Dyamond
había sido infiel a su esposa. Él quería demostrar justo lo contrario
sometiéndose al test, pero el propio test, cuyos resultados son siempre tenidos
por verdaderos como si fuesen palabra de la deidad, mostró que Dyamond era un adúltero.
El resultado de semejante ocurrencia fue
que la esposa de Steve
Dyamond le dejó y él se suicidó días después. El
canal ITV publicó una escueta nota: “Los pensamientos y condolencias de todos
en ITV están con la familia y amigos de Steve Dyamond”. Es decir, que en un par de semanas todo olvidado, el
muerto enterrado y a planificar otro show que remueva la porquería suficiente
como para atraer la publicidad de las grandes cuentas que pagan a precio de oro
unos pocos segundos de prime time.
¿Es esta historia un argumento y también
un resultado de la telebasura? Sí. Pero no olvidemos que telebasura no es solo
una serie de programas presentados y protagonizados por elementos frívolos y
faltos de principios. También es telebasura una línea editorial de informativos
que oculta información, o la manipula para dañar a unos en beneficio de otros.
También es telebasura emitir una serie de documentales “históricos” que alteran
el pasado para ocultar las vergüenzas de quienes siempre se presentan como
víctimas cuando fueron tan asesinos y despiadados como dicen a sus enemigos.
También es telebasura, y de la peor especie, una programación infantil que
busca condicionar a niños y adolescentes a conveniencia de un sistema que con
una mano les ofrece sexo y con la otra les arrebata la inocencia como paso
previo a la desnaturalización del individuo.
Los casos como el de Steve Dyamond son escasos, pero reveladores. Muestran hasta qué punto
puede llegar la influencia y las consecuencias de una mala decisión y de una
programación soez. Pero que la muerte de uno no nos haga perder de vista la
tragedia de otros muchos, que abducidos por personajes polémicos de falsas,
atractivas y en realidad destruidas vidas fabricadas a golpe de chequera, son
incapaces de pisar el suelo de la realidad y pasan horas y horas cada día
sentado frente a una pantalla que les idiotiza a conciencia y les manipula sin
escrúpulos.
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