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Se suele definir el Síndrome de Estocolmo
como un estado psicológico en el que la víctima de un secuestro llega a sentir
simpatía e incluso enamoramiento hacia su secuestrador. Por extensión, también
se suele aplicar el término Síndrome de Estocolmo a las situaciones similares
de personas violentadas y abusadas hacia sus abusadores.
En los últimos días, a raíz de la súbita
enfermedad de Alfredo Pérez Rubalcaba y su inmediato fallecimiento, una
previsible oleada de publicaciones ha invadido los medios de comunicación
españoles, como si del óbito de un jefe de estado se tratara. Que los medios de
izquierdas elevaran a la santidad laica a Rubalcaba el mismo día de su
fallecimiento, sin esperar siquiera a certificar un mínimo de milagros por
parte del personaje, era de esperar. También era de esperar, incluso más que lo
anterior, que los actuales líderes socialistas afines al fraudulento Doctor
Sánchez se arrimaran al ataúd del fallecido para salir en la foto y aprovechar
el tirón electoral que en un país como España puede tener un féretro con el
cuerpo presente de un político.
Pero lo que me ha causado cierta sorpresa
ha sido el comportamiento servil y falsario de no pocos periodistas y
comunicadores que, lejos de tener que agradecer algo a Rubalcaba, ni como
profesionales ni como españoles, han tenido el valor de calificar al fallecido
con descripciones tales como “hombre de estado”, y le han atribuido méritos
falsos sobre hechos nunca sucedidos.
Si alguien ha leído los titulares y
reseñas que ciertos periodistas y comunicadores han escrito en estos días
respecto al ya santificado Rubalcaba, y no hubieran atendido a la autoría de
los mismos, habría pensado que dichos artículos estaban publicados en El País,
El Plural, El Diario, o cualquiera de esos medios en los que uno se imagina a
los empleados escribiendo frente a la pantalla, genuflexos y adorando fotos de
Zapatero, Sánchez, Iglesias, Echenique, y toda la caterva de perturbados que
llena o llenará ciertas bancadas del congreso. Pero lo cierto es que tales
artículos, que no pienso enlazar para no facilitar una sola visita más a
semejante banda de traidores a la memoria y a la honradez, estaban publicados
en medios como El Independiente, Voz Pópuli, El Mundo y ABC.
Aunque nunca tuve que pasar por una
situación de secuestro o de abuso, siendo joven o adulto, sí sufrí frecuentes
malos tratos cuando niño en ciertos colegios de curas, como San Gabriel en
Zuera, Zaragoza, o en el de Marianistas, también en Zaragoza, donde curas y
seglares entendían que el maltrato era la forma más efectiva de enseñar. Con el
transcurso de los años, jamás llegué a sentir la más mínima simpatía por
aquellos maltratadores de niños, mucho de ellos con sotana. Por eso no entiendo
qué razones pueden llevar a una persona maltratada o secuestrada a sentir
simpatía por su agresor. Pero cuando comencé a leer algunos de los artículos a
los que me refiero, inevitablemente pensé que, o bien los autores estaban bajo
el influjo de algún tipo de síndrome de Estocolmo, o bien eran simplemente tan
rastreros y miserables que no buscaban otra cosa que la oportunidad de
congraciarse con el poder izquierdista, aunque para ello tuviesen que cantar
alabanzas a uno de los personajes más nefastos y dañinos para España durante
las últimas cuatro décadas.
No pocos de estos “vendidos” atribuían a
Rubalcaba cosas tales como “el fin de ETA”; mentira de proporciones
catedralicias que podrá colar entre sectarios izquierdistas o a jóvenes que
tengan escasa idea de la historia reciente de España, pero que a los que tenemos
memoria no puede parecernos otra cosa que un insulto a las víctimas del
terrorismo y a quienes, de un modo u otro, hayamos podido poner nuestra vida en
juego contra los terroristas y su entorno. No solo Rubalcaba no finalizó a ETA,
que sigue viva, en las instituciones y manteniendo armas ocultas para cuando
decida volver a matar, sino que la revivió por orden de Zapatero, al poco tiempo
de llegar ambos al poder tras los atentados del 11M de 2004, cuando en aquél
tiempo ETA estaba ya al borde del KO gracias a las políticas antiterroristas de
los gobiernos de Aznar y el ministro de Interior, Mayor Oreja.
La relación entre la carrera política de
Pérez Rubalcaba y la lacra del terrorismo de ETA fue siempre una verdadera
desgracia… para España. No cabe duda de que él siempre supo sacar el mejor
partido para sí mismo, su carrera y los intereses del PSOE. En mi artículo delpasado sábado incidí en el comportamiento del personaje durante el día de los
atentados del 11M y posteriores, hasta que se celebraron las elecciones
generales y se consiguió el principal objetivo socialista: desalojar al
aznarismo del poder. Pero no olvidemos el “caso Faisan”, en el que de nuevo ETA
salió enormemente beneficiada, y otras innumerables ocasiones en las que los
servicios secretos y sus lados más oscuros, que todos conocemos como “cloacas
del estado”, estuvieron a las órdenes del ministerio de Interior con el único
fin de investigar a empresarios y periodistas que no fueran precisamente afines
al zapaterismo que arruinaba España en aquellos tiempos. Durante dos legislaturas de vergüenza para nuestra
nación, un buen número de periodistas, además de algunos directores y
propietarios de medios de comunicación críticos con el socialismo marca ZP, y
especialmente los que en los noventa habían contribuido a derribar al corrupto
Felipe González y su partido de desalmados sin vergüenzas, sufrieron el acoso
laboral, judicial y personal que Rubalcaba manejaba desde las alturas
sirviéndose de otros periodistas afines al socialismo, a ciertos jueces
indignos de impartir justicia, y a algunos agentes de la ley, destinados a los
diferentes servicios secretos, que se dedicaron a investigar y elaborar pruebas
falsas contra aquellos disidentes.
Ahora, con Rubalcaba enterrado y el PSOE
tomando nuevamente posiciones de poder para reeditar la era Zapatero
nuevamente, varios de esos periodistas olvidan todo lo sufrido por culpa del
impresentable fallecido, y nos lo presentan como un héroe de la política, un
prócer del patriotismo y un ejemplo de sinceridad. Jamás fue nada de eso. Y
ellos lo saben, porque lo sufrieron durante años. Porque alguno de ellos vio
seriamente comprometida su vida. Porque alguno de ellos estuvo a punto de
perder su patrimonio bajo un acoso fiscal que desapareció precisamente cuando
Rajoy llegó al poder.
Inexplicablemente, estos periodistas
parecen estar bajo la influencia de un Síndrome de Estocolmo que les ha llevado
a blanquear y humanizar la figura de un Rubalcaba que fue detestado por sus
opositores, por no pocos de sus compañeros de partido y muchos millones de
españoles que veían en él la mano fuerte que, sin el menor escrúpulo, ejecutaba
el trabajo sucio de Rodríguez Zapatero como antes lo hizo para Felipe González.
Hoy, para los que tenemos memoria y no la
ponemos a la venta, hay una cierta cantidad de periodistas y medios que
seguramente nos han decepcionado por última vez, porque la infamia cometida por
ellos estos días contra la dignidad y la memoria de víctimas y perseguidos no
se puede blanquear, ni debe ser olvidada.
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