
La “prueba del algodón” que Marruecos hizo con el Islote de Perejil sirvió para tres cosas bien importantes. Dos de ellas fueron, digamos, resultados inmediatos. La tercera fue dejar el listón a una altura que ningún gobierno de izquierdas parece dispuesto a alcanzar. Ni siquiera a intentarlo.
La primera: En el momento de la invasión del islote y durante las horas posteriores, dos de nuestros vecinos de
(1) Escasamente publicado por aquél entonces, aunque bien expuesto en medios como El Mundo, LD, COPE y Onda Cero, fue comprobar quién estaría dispuesto a ayudar a España en un hipotético enfrentamiento con Marruecos (riesgo siempre latente y casi nunca reconocido.
La segunda: El gobierno de Aznar no vaciló a la hora de defender la soberanía nacional. La reacción de la izquierda española fue el que se podía esperar, si vemos ahora, con la perspectiva del tiempo, la calidad de sus dirigentes a la hora de gestionar las grandes crisis y el escaso interés en defender la integridad de
¿Y la tercera? Ya está expuesta en parte en el párrafo anterior. ¿Qué se puede esperar de un gobierno que, como oposición, casi se pone del lado de Marruecos contra el imperialismo yankee-franquista? ¿Qué se puede esperar de un gobierno dispuesto a facilitar las cosas para que Marruecos aumente su influencia en Ceuta y Melilla? No se puede esperar nada. O menos que nada. Porque el reconocimiento y el apoyo internacional conseguidos durante las legislaturas de Aznar desaparecieron en el momento que Zapatero se dedicó con fruición a abrazar al populismo hispano americano y a mirar hacia otro lado ante la barbarie del Islam.
Estamos solos mientras estemos en compañía de Zapatero. Totalmente solos.
Así que no nos engañemos. Hay que felicitarse porque la tripulación del barco ha vuelto a casa, pero se ha dejado la puerta abierta para que cualquier pirata de tres al cuarto vuelva a intentar un secuestro. Porque si bien Francia pagó y luego les dio en toda la nuca,