
Una vez más se pone de manifiesto el enorme peso específico de España en el concierto internacional. Mientras que Barak Obama visita varios países europeos, de los más influyentes en el funcionamiento del mundo, para establecer políticas de dialogo en caso de ser elegido como presidente de los Estados Unidos, España – representada en este caso por el rey Juan Carlos y el presidente Rodríguez Zapatero, espera la visita de Hugo Chávez.
Toda España parece pendiente de las gansadas que pueda proclamar Chávez. Parece que es lo único que puede esperarse del personaje, que antes de llegar a nuestro país ya se ha ocupado bien de calentar el ambiente para conseguir de ese modo algo más de notoriedad.
Según he leído en algunos medios y blogs venezolanos, la aureola de emperador neroniano que rodea a Hugo Chávez podría estar pasando por sus horas más bajas debido, entre otras cosas al éxito del ejercito colombiano en el último y exitoso rescate de rehenes, caso en el que Chávez no solo no ha podido colgarse ningún mérito ni medalla y que, además, a sido un duro golpe para sus queridos hermanos narcoterroristas.
Pero como España se ha convertido – con todo mérito – en el país que abraza a los criminales que tengan el detalle de disfrazarse de izquierdistas y antiamericanos, Hugo disfrutará de sus diez minutos de gloria, en un palacio, con un rey y con un amante de la alianza de civilizaciones que tengan algo que ver con el fanatismo religioso o el maltrato y linchamiento a disidentes, mujeres y homosexuales.
Así las cosas, no me extraña nada que Obama haya decidido no visitar España en su periplo europeo de baño de multitudes y propagandismo-imitación de JFK, para no interferir en el proceso de consolidación del absurdo político que invade nuestro país en este verano de crisis en el que el gobierno necesita desesperadamente que pensemos en las vacaciones, en la visita de Chávez, en Belén Esteban o en cualquier otra cosa, con tal de que no se hable de esa antes supuesta crisis de antipatriotas que el antipatriota Zapatero ha acabado por reconocer. Cosas extrañas tiene la política profesional. Cosas que no dejan de sorprender; como el hecho de que un dictador populista, financiador de terroristas como ETA, venga a darse la mano con el rey y el presidente del gobierno de la nación donde ETA mata, secuestra y extorsiona.
No caerá la suerte de que Hugo Chávez se lleve de vacaciones a aquellos a quienes viene a visitar. Para que nos dejen tranquilos una temporada, digo. Así que, mientras la familia real afronta la crisis económica en yate y palacio, Zapatero y su gabinete preparan sus respectivas vacaciones (que también nos costarán un pico y parte del otro si a su esposa se le vuelve a antojar hacer reformas y piscinas) y el mediocre Chávez cacarea y pone el huevo, los de a pié, nosotros, seguimos desayunando cada día con datos que revelan que esto se hunde. Sin tremendismos. Con datos aterradores de EREs, inflación, concursos de acreedores, morosidad, caída de la producción, promesas electorales rotas y recesión. Mucha recesión.
De modo que favor con favor se paga. No es que para Obama nuestro país sea el más ambiguo de occidente. No es que Zapatero, muy progre él, ofendiera a la bandera de Obama y de todos los ciudadanos de su nación. Es que Obama no desea interferir en nuestro proceso de alianza de civilizaciones. No nos necesita. Ni nos tiene en cuenta, por mucho que el partido de Pepe Blanco tenga en su web un link a la del partido demócrata norteamericano.