
No puedo evitar meterme en jardines como este.
Recuerdo una ocasión en la que una persona dejo de dirigirme la palabra porque, en pleno fervor nostálgico suyo, en el que clamaba por la resurrección de Francisco Franco para acabar con la ola de corrupción y mangoneo en aquella España del año noventa, le comenté que los tiempos de las dictaduras, derechistas, izquierdistas, monárquicas o personalistas, no habían traído a la sociedad muchas cosas buenas que digamos.
Sin embargo, con todas las burradas que me contestó aquél nostálgico, considero el caso tan grave como el que leo sobre un sujeto llamado José Antonio Barroso, que asegura literalmente: “Cuba representa la democracia más avanzada del mundo, la libertad plena y la soberanía”
Que se lo digan a los cubanos…
Cuando leo este tipo de cosas, mi primera reacción es comprobar que no se trate de una broma de mal gusto. No puedo concebir de ningún modo cómo alguien puede aseverar tales cosas, siendo consciente de lo que dice, mientras detenta un cargo publico que, a parte de prebendas, le obliga a ser más consecuente con los valores de la libertad y convivencia que deberían ser referencia en cualquier democracia, incluso la española.
No solo se trata de comparar y sugerir qué pasaría si algún imprudente hiciera semejantes loas de alguna dictadura de ultraderecha. El resultado es fácilmente imaginable. El tipo sería poco menos que fusilado en plaza pública (mediaticamente hablando, si se me permite la licencia) y sus palabras recordadas durante diez o doce campañas electorales.
Sabido es, y reconocido a veces hasta por los propios interesados, que la izquierda mediática y política ha sabido fabricarse a lo largo de los años un halo de razón ética y autoridad intelectual superiores, que le ha permitido, con la anuencia de la población, hacer olvidar sus propias palabras, errores y delitos, a la vez que han conseguido cargar sobre la espalda de la derecha un terrible sentimiento de culpa y vergüenza que le impide decir muchas veces lo que piensa, aunque buena parte de España se lo pida a gritos. Dicho de otro modo, y como exposición práctica: Se le puede pedir a Mayor Oreja que condene la dictadura de Franco, en cualquiera de esos programas de reporteros gritones que emiten algunos canales de TV, que no lo hará, bien por timidez, bien por no entrar al trapo, bien por el motivo que sea. Y por no hacerlo, le ridiculizarán y aprovecharan la secuencia para emitirla repetidamente y cuando interese. Pero todo un alcalde de Puerto Real puede apoyar sin ningún pudor a una dictadura vigente, encarceladora y asesina de disidentes, financiadora de terrorismo internacional y acaparadora de capitales para los líderes del partido, que aquí no pasa nada. Ni aparecerá en ningún programa de humor de esos que se repiten diariamente cuanto más sea el barro político a revolver, siguiendo las consignas de silencio impuestas por el heredero de Polanco, ni habrá movilizaciones públicas con pancartas llamando asesino a nadie.
¿Qué se puede esperar de un país en el que se levanta un monumento al Ché en pleno año 2008? Se puede esperar bien poco. El pozo de relativismo en el que hemos caído es bien profundo.
¿No es el hecho de defender y subvencionar la dictadura castrista tan grave, a los ojos de la mayoría de los medios, como agruparse cada 20 de noviembre para exaltar el franquismo?
¿No lo es?
Parece que es esta España relativista, no.
http://www.libertaddigital.com/noticias/noticia_1276334253.html