A decir de muchos, estamos viviendo las últimas horas antes del amanecer de un nuevo mundo.
Así es como nos quieren presentar el más que probable triunfo del senador Barak Obama en la carrera por la presidencia de los Estados Unidos de América.
No suelo ser pesimista. Me considero esencialmente optimista, porque creo que el optimismo basado en la auto confianza y la propia disciplina ayuda a vencer las dificultades y a valorar mejor los éxitos. Pero esta última campaña presidencial que está a punto de finalizar me deja la misma sensación que la de las pasadas elecciones españolas. Como una sospecha de que pocas cosas son lo que parecen.
No quiero comparar, ni se me ocurriría, el fenómeno Obama con el fenómeno Zapatero; cosa que sí han hecho sin ningún pudor algunos medios favorables al PSOE durante estos pasados meses. Aunque, situaciones como aquella de Pepe Blanco, asegurando que no deseaba interferir en el proceso electoral norteamericano, no han pasado de ser pobres imitaciones del magistral esperpento de Luis Sánchez Polak que, en boca y teclado de Blanco son poco menos que divagaciones de un megalómano sin remedio, encantado de haberse conocido.
El supuesto paralelismo entre Obama y Zapatero que la izquierda española (me refiero al movimiento “progre”, no a la verdadera izquierda) ha procurado establecer para subirse al carro del triunfo, no se sostiene en ninguna de las comparaciones. No hay similitud ni en sus trayectorias personales, ni profesionales, ni políticas. Bajo mi punto de vista, tan disparatado es comparar a ZP con Obama como intentar equiparar a Obama con John Fitzgerald Kennedy, otro “sobremitificado” presidente.
Mi apreciación personal es que el gobierno socialista necesita desesperadamente subirse al carro del triunfo. Apuestan por el caballo ganador, Obama, que, y esto ya les pone en trance y les hace casi evitar en el misticismo anti imperialista de la nueva iglesia bolivariana de Chávez, ha criticado y se ha desmarcado de George W. Bush, presentándose a sí mismo como (sic) la nueva luz que alumbra desde lo alto. Con esto ha bastado para encandilar al mundo. A ese mundo que se cree capaz de intervenir, en alguna medida, en el funcionamiento interno de los Estados Unidos.
La campaña de forzada identificación del Presidente Zapatero con el Senador Obama ha sido tan intensa que hasta los más partidarios del antiamericanismo progre de Marlboro, McDonald’s y Coca-Cola se muestran apasionados con el senador por Illinois. Incluso López Aguilar ha asegurado recientemente que solo los racistas impedirían que el Obama ganase las elecciones.
Es muy difícil, y requeriría mucho tiempo, intentar explicar la tendencia de la mayoría de los políticos españoles en convertir en desastre todo lo que tocan. O todo aquello de lo que hablan. Pero que un tipo como Aguilar adoctrine a sus militantes, dejándoles el mensaje subliminal de que el voto a favor de McCain es racista, no habla a favor de quienes puedan creerle. Afortunadamente, en Estados Unidos, en España y en otros muchos países no estamos muchos ciudadanos por la labor de dejarnos arrastrar por el victimismo y la manipulación que se hace del racismo.
Mi buen amigo y hermano Paul, nigeriano y residente en España desde 1998, y de cuya familia tengo la honra de llamarme amigo, me comentaba el pasado domingo, a la salida de la iglesia, su particular visión de cómo los medios pretenden mostrarnos aquí lo que desean que asimilemos como cierto.
“Zapatero quiere que creamos que si Obama consigue ser presidente cambiará la política de los Estados Unidos hacia España. Él cree que Obama es algo parecido a los socialistas. ¿Por qué les gusta creer a los españoles que el Partido republicano es como el PP y el Demócrata es como el PSOE?. No se parecen en nada. Los partidos americanos son, ante todo, patriotas. No se avergüenzan de su bandera ni de su país. Ni los presidentes se avergüenzan de pedir God bless América, God bless you all en el mensaje de navidad a la nación. ¿Ves? Ni ellos ni los ciudadanos se avergüenzan de llamar a su país Nación. No se parecen en nada a los de aquí. Primero son patriotas, y después compiten entre sí por sus diferencias”
Y siguió con una breve y acertadísima disertación de las diferencias entre la política norteamericana en periodo electoral y la española, más preocupada en mantener a los partidos como aparatos de poder más influyentes que las instituciones que deberían estar por encima de ellos.
El colofón al impecable argumento de Paul lo puso algún cliente desde una cercana cafetería que, al oírnos pasar, exclamó con voz de jotero estimulado por el tintorro:
“¡¡¡ Iros a la m…, p… yankees mormones de m…!!!”
Paúl sonrió y me dijo, en tono divertido: “¿Ves como las cosas cambian? Parece que le molestó más que hablemos en inglés a que yo sea negro. A este paso, tú serás peor visto que yo por ser rubio… es el efecto Obama. Y está por ver si el efecto Obama resiste el efecto Bradley.”
Fuera de este hecho, que no deja de ser una “divertida” anécdota, creo que sí, que en cierto modo mañana podremos asistir a un momento clave en la historia del mundo. Lo que menos tiene importancia de todo ello es que el futuro presidente de los Estados Unidos sea negro o no. Realmente, para mí, como si es verde. Lo verdaderamente importante será el rumbo que pueda tomar el nuevo presidente y su gabinete frente a los problemas que están haciendo tambalear al mundo occidental, con el Islam, china y los territorios neopopulistas de América del sur como público impaciente que se frota las manos, esperando que llegue el desenlace de la obra.
Mucho me temo que las primeras decisiones de Obama vayan a decepcionar a quienes aquí, en España, lo han convertido en un icono progresista. La crisis financiera, los conflictos internacionales, el paro, la seguridad nacional y cualquiera de los asuntos críticos que preocupan a los norteamericanos, serán tratados a favor y a beneficio de los norteamericanos mismos. Y en segundo término y si sobra algo, para favorecer a los países europeos – junto a sus otros aliados canadienses y australianos – por donde Obama paseó su pretendido parecido ideológico con Kennedy, y de cuyo espectáculo no llegó a España más que el eco, a la vez que la escala técnica del descerebrado Chávez.
O mucho me equivoco, o Zapatero tendrá que cambiar radicalmente su manera de actuar, si quiere verse incluido no ya en el club de amigos de Obama, sino al menos en el de los conocidos.
Lo que sí tengo muy, muy claro, es que cuando Obama comience a mirar por su casa, porque dudo que una vez sea presidente los congresistas de su partido y el Republicano le dejen hacer lo contrario, dejará de ser el querido de los socialistas españoles, más o menos como pasó con Clinton. Será un presidente americano más. Imperialista, aunque menos ridiculizable. No vaya a suceder que, siendo negro, se les tache de racistas.
No oculto mi preferencia por McCain, pero si Obama es el vencedor, tal y como apuestan la inmensa mayoría y Pepe Blanco, creo que nos esperan grandes sorpresas.
Para bien y para mal.
Así es como nos quieren presentar el más que probable triunfo del senador Barak Obama en la carrera por la presidencia de los Estados Unidos de América.
No suelo ser pesimista. Me considero esencialmente optimista, porque creo que el optimismo basado en la auto confianza y la propia disciplina ayuda a vencer las dificultades y a valorar mejor los éxitos. Pero esta última campaña presidencial que está a punto de finalizar me deja la misma sensación que la de las pasadas elecciones españolas. Como una sospecha de que pocas cosas son lo que parecen.
No quiero comparar, ni se me ocurriría, el fenómeno Obama con el fenómeno Zapatero; cosa que sí han hecho sin ningún pudor algunos medios favorables al PSOE durante estos pasados meses. Aunque, situaciones como aquella de Pepe Blanco, asegurando que no deseaba interferir en el proceso electoral norteamericano, no han pasado de ser pobres imitaciones del magistral esperpento de Luis Sánchez Polak que, en boca y teclado de Blanco son poco menos que divagaciones de un megalómano sin remedio, encantado de haberse conocido.
El supuesto paralelismo entre Obama y Zapatero que la izquierda española (me refiero al movimiento “progre”, no a la verdadera izquierda) ha procurado establecer para subirse al carro del triunfo, no se sostiene en ninguna de las comparaciones. No hay similitud ni en sus trayectorias personales, ni profesionales, ni políticas. Bajo mi punto de vista, tan disparatado es comparar a ZP con Obama como intentar equiparar a Obama con John Fitzgerald Kennedy, otro “sobremitificado” presidente.
Mi apreciación personal es que el gobierno socialista necesita desesperadamente subirse al carro del triunfo. Apuestan por el caballo ganador, Obama, que, y esto ya les pone en trance y les hace casi evitar en el misticismo anti imperialista de la nueva iglesia bolivariana de Chávez, ha criticado y se ha desmarcado de George W. Bush, presentándose a sí mismo como (sic) la nueva luz que alumbra desde lo alto. Con esto ha bastado para encandilar al mundo. A ese mundo que se cree capaz de intervenir, en alguna medida, en el funcionamiento interno de los Estados Unidos.
La campaña de forzada identificación del Presidente Zapatero con el Senador Obama ha sido tan intensa que hasta los más partidarios del antiamericanismo progre de Marlboro, McDonald’s y Coca-Cola se muestran apasionados con el senador por Illinois. Incluso López Aguilar ha asegurado recientemente que solo los racistas impedirían que el Obama ganase las elecciones.
Es muy difícil, y requeriría mucho tiempo, intentar explicar la tendencia de la mayoría de los políticos españoles en convertir en desastre todo lo que tocan. O todo aquello de lo que hablan. Pero que un tipo como Aguilar adoctrine a sus militantes, dejándoles el mensaje subliminal de que el voto a favor de McCain es racista, no habla a favor de quienes puedan creerle. Afortunadamente, en Estados Unidos, en España y en otros muchos países no estamos muchos ciudadanos por la labor de dejarnos arrastrar por el victimismo y la manipulación que se hace del racismo.
Mi buen amigo y hermano Paul, nigeriano y residente en España desde 1998, y de cuya familia tengo la honra de llamarme amigo, me comentaba el pasado domingo, a la salida de la iglesia, su particular visión de cómo los medios pretenden mostrarnos aquí lo que desean que asimilemos como cierto.
“Zapatero quiere que creamos que si Obama consigue ser presidente cambiará la política de los Estados Unidos hacia España. Él cree que Obama es algo parecido a los socialistas. ¿Por qué les gusta creer a los españoles que el Partido republicano es como el PP y el Demócrata es como el PSOE?. No se parecen en nada. Los partidos americanos son, ante todo, patriotas. No se avergüenzan de su bandera ni de su país. Ni los presidentes se avergüenzan de pedir God bless América, God bless you all en el mensaje de navidad a la nación. ¿Ves? Ni ellos ni los ciudadanos se avergüenzan de llamar a su país Nación. No se parecen en nada a los de aquí. Primero son patriotas, y después compiten entre sí por sus diferencias”
Y siguió con una breve y acertadísima disertación de las diferencias entre la política norteamericana en periodo electoral y la española, más preocupada en mantener a los partidos como aparatos de poder más influyentes que las instituciones que deberían estar por encima de ellos.
El colofón al impecable argumento de Paul lo puso algún cliente desde una cercana cafetería que, al oírnos pasar, exclamó con voz de jotero estimulado por el tintorro:
“¡¡¡ Iros a la m…, p… yankees mormones de m…!!!”
Paúl sonrió y me dijo, en tono divertido: “¿Ves como las cosas cambian? Parece que le molestó más que hablemos en inglés a que yo sea negro. A este paso, tú serás peor visto que yo por ser rubio… es el efecto Obama. Y está por ver si el efecto Obama resiste el efecto Bradley.”
Fuera de este hecho, que no deja de ser una “divertida” anécdota, creo que sí, que en cierto modo mañana podremos asistir a un momento clave en la historia del mundo. Lo que menos tiene importancia de todo ello es que el futuro presidente de los Estados Unidos sea negro o no. Realmente, para mí, como si es verde. Lo verdaderamente importante será el rumbo que pueda tomar el nuevo presidente y su gabinete frente a los problemas que están haciendo tambalear al mundo occidental, con el Islam, china y los territorios neopopulistas de América del sur como público impaciente que se frota las manos, esperando que llegue el desenlace de la obra.
Mucho me temo que las primeras decisiones de Obama vayan a decepcionar a quienes aquí, en España, lo han convertido en un icono progresista. La crisis financiera, los conflictos internacionales, el paro, la seguridad nacional y cualquiera de los asuntos críticos que preocupan a los norteamericanos, serán tratados a favor y a beneficio de los norteamericanos mismos. Y en segundo término y si sobra algo, para favorecer a los países europeos – junto a sus otros aliados canadienses y australianos – por donde Obama paseó su pretendido parecido ideológico con Kennedy, y de cuyo espectáculo no llegó a España más que el eco, a la vez que la escala técnica del descerebrado Chávez.
O mucho me equivoco, o Zapatero tendrá que cambiar radicalmente su manera de actuar, si quiere verse incluido no ya en el club de amigos de Obama, sino al menos en el de los conocidos.
Lo que sí tengo muy, muy claro, es que cuando Obama comience a mirar por su casa, porque dudo que una vez sea presidente los congresistas de su partido y el Republicano le dejen hacer lo contrario, dejará de ser el querido de los socialistas españoles, más o menos como pasó con Clinton. Será un presidente americano más. Imperialista, aunque menos ridiculizable. No vaya a suceder que, siendo negro, se les tache de racistas.
No oculto mi preferencia por McCain, pero si Obama es el vencedor, tal y como apuestan la inmensa mayoría y Pepe Blanco, creo que nos esperan grandes sorpresas.
Para bien y para mal.
Si es Obama quien finalmente se hace con la victoria, no sólo hundirá economicamente a la primera potencia mndial,ya que su política económica es claramente socialista(aumento del gasto social,subida de impuestos,presión fiscala las empresas...) si no que con ello arrastrará a todas las economias occidentales.
ResponderEliminarY eso sin contar que su política internacional y exterior, ya anunciada con el "buenismo" como bandera,con retirada de Irak incluida y aviso de "negociaciones" y diálogo con Irán,amenazan la estabilidad occidental y pone en peligro todas las democracias frente al enemigo islamista.
Hola Natalia. Estoy contigo, pero conservo una pequeña esperanza, si Obama sale electo.
ResponderEliminarMe refiero a que no sería la primera vez que los congresistas actúan al margen de la disciplina de partido ante asuntos importantes. Aun se me hace dificil que le permitan hacer ciertas cosas que él pueda pretender hacer.
Ojalá nos equivoquemos en nuestros temores.
Para empezar, la democracia norteamericana se parece a la nuestra tanto como un Goya a un Munch. La sociedad no tiene nada que ver la nuestra, y por supuesto la cultura. Menudencias como meter mano a la caja -también a la becaria cuando se tiene esposa- o que te pillen en un renuncio se pagan muy caras. Igual que aquí vamos. Respecto al resultado hay que ser optimistas porque una cosa es segura: Bush tendrá que buscarse la vida fuera de la casa blanca. Otro cantar será lo que nos traiga 'el cambio'.
ResponderEliminarReflexionando sobre esos parecidos supuestos (o, como tú dices, inexistentes), recuerdo cuando en las elecciones de 2004, los jóvenes de su partido, erigiéndose en portavoces de la juventud española al completo, le pidieron a Zapatero que no les fallara. Éste, con toda la teatralidad que cabía esperar en semejante envite, remachó: “No os defraudaré”. Ja. Sólo espero, por el bien de los estadounidenses, del sueño americano y del mundo entero (perdón por la hipérbole), que, por lo que concierne a Obama, no tengamos que recordar esto en el futuro como una semejanza cierta y comprobada.
ResponderEliminarYo pienso que el margen de maniobra que va a tener el nuevo presidente va a ser tan pequeño, que sus promesas electorales se quedarán en agua de borrajas. Hay que tener en cuenta, que dentro de dos meses y medio va a coger un país que está coqueteando demasiado con la bancarrota, por culpa del nefasto Bush. Por tanto, que nadie espere milagros. Bastante hará si consigue que la economía norteamericana no se le derrumbe.
ResponderEliminarPues si a veremos a quien echa las culpas Zapatero a partir de ahora, yo como sabes no había escrito nada sobre él, pero hoy no he podido resistirme.
ResponderEliminarPero la actualidad de nuestro país me ha obligado a pisarme el post y publicar las imágenes de los asesinos de la pobre Maore.
Si puedes pásate por el blog y difunde las fotos.
Saludos
Algun día tenía que llegar la primera vez que discrepara (con todo el cariño) con alguno de mis queridísimos bloggers y me parece que ese día ya ha llegado :)
ResponderEliminarPersonalmente, me alegro que Obama haya ganado. McCain y Palin me daban miedo literalmente; tenían una evidente actitud belicista y creo que ha llegado la hora de cambiar o al menos intentar cambiar el chip en algunos temas.
En cuanto a la situación económica, sinceramente, peor que lo ha hecho Bush es imposible. En este aspecto considero también que hay que darle una oportunidad al senador Illinois.
Lo único que me reviente del triunfo de Obama es que ZP lo haya tomado como un triunfo propio. De todas formas, estoy seguro que él o cualquiera de sus secuaces no tardarán en pifiarla de nuevo con EE.UU.
Saludos!
Cómo??? Osas disentir de mí??? Vade retro, disoluto!!!
ResponderEliminar:D
Saludos!