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Últimos días de Octubre de 2008. Un meteorólogo del Instituto Nacional de Meteorología comenta en un programa de radio sus temores de que el invierno que está por llegar será el más seco en muchos años.
No puedo decir en cuantos canales de radio y televisión apareció este pronóstico, pero lo que puedo asegurarles es que el comentario general, tres meses después, es que más le hubiera valido a este meteorólogo ser un poco más prudente y recordar cuántos años llevamos oyendo que el próximo verano será el más caluroso de la década y que acabaron los inviernos nublados y lluviosos.
Soy de los que cree que el clima está cambiando. De hecho, hay evidencias que apuntan a que el clima sufre un cambio continuo, aunque a veces casi imperceptible, desde hace muchos siglos. La historia nos lo demuestra. Como simple ejemplo, podemos tomar el capítulo en el que Aníbal cruzó los Alpes con su ejército y sus elefantes. Sí. Sus elefantes; que soportaron el viaje por los pasos montañosos en altura, porque hacía varios años que solo nevaba en las cumbres más altas.
Recuerdo perfectamente los inviernos que viví, cuando niño, en Zaragoza, allá por los setenta. Eran demoledoramente fríos. Rara vez nevaba, pero la temperatura en el mediodía rara vez superaba los dos o tres grados. Añádanle a eso el fuerte y helado viento del noroeste, que sopla 9 de cada diez días sobre el valle del Ebro, y comprenderán que la sensación térmica de 8 o 10 grados bajo cero era de lo más habitual.
Durante los 80, los inviernos parecieron ser más suaves. Hubo sequía durante años y la lluvia era más bien escasa en toda España.. Los agoreros catastrofistas aseguraban que aquello era una situación irreversible, y tachaban a quienes no quisieran creerlos como vendidos a las multinacionales y al capital.
Estoy viviendo en Zaragoza desde 1997. Recuerdo solamente dos inviernos menos fríos de lo normal, además de aquel terrible verano de 2003, que comenzó con altísimas temperaturas a mitad de mayo, y los últimos días de Octubre aún pasábamos por 30 o 32 grados al mediodía.
Desde aquél tórrido verano, a partir del cual también aseguraron que, en los años sucesivos, el calor excesivo sería la pauta habitual, cada temporada veraniega en la mitad norte de España ha sido absolutamente normal. Los datos demuestran (los datos, insisto. No las ideologías ni las estrategias de marketing) que las temperaturas medias en España, excepto durante aquella ola de calor de 2003 que iba a suponer el principio del fin, se mantienen en la media habitual. Los catastrofistas – unos cuantos de ellos a sueldo de ciertas causas – hablan hasta la extenuación del deshielo de la Antárdida, pero omiten intencionadamente que se ha incrementado la superficie helada del círculo polar ártico.
Concretamente, este invierno, en el área donde vivo, ha tenido escasos días de sol, muchas nevadas, temperaturas muy bajas y abundante lluvia. Como el otoño anterior.
Me considero un firme defensor del ecologismo racional, del reciclaje y de la necesidad de que la educación de nuestros hijos pase por algo más que el auto bombo de ciertos ayuntamientos por instalar contenedores específicos que, como es el caso del municipio donde vivo, se vacían cada varios meses, cuando están rodeados de mas basura de la que contienen en su interior. Lo que me carga bastante es el otro ecologismo. Y sé bien de lo que hablo.
Otro ejemplo:
En una conversación con un militante de un partido que lleva por bandera el ecologismo radical rancio y desfasado, ese que subsistió cómodamente en occidente hasta hace veinte años y que desapareció al poco tiempo que la Unión Soviética , me confesó que la oposición que estaba haciendo contra un proyecto de instalación de aerogeneradores en un terreno elevado y absolutamente yermo, que aseguraba suministro eléctrico a una serie de pequeños pueblos, era meramente política. Que el argumento de que las aspas de los molinos entorpecerían el paso de ciertas aves era absurdo y que el informe presentado por Medio Ambiente, que aseguraba que dichas aves nunca habían pasado por aquella meseta en sus viajes migratorios era cierto, pero que la estrategia de partido recomendaba oponerse a toda costa, porque el argumento de la defensa de los animales era popular y atraía votos descontentos de la misma tendencia ideológica.
Yo no soy un experto en medio ambiente. Cualquier iniciativa sincera y leal para proteger a la naturaleza tendrá siempre mi modesto apoyo. Pero este cuento del cambio climático no me parece que sea como unos cuantos me lo están contando. De hecho, que el principal defensor de todo este montaje sea el propietario de unas cuantas empresas contaminantes, Al Gore, ya me rechina bastante. Y el precio desorbitado que cobra por sus conferencias, también.
Actualizado en Febrero de 2010. El siguiente link lleva a informaciones que desenmascaran el cuento del cambio climático y el calentamiento global que ciertos intereses quieren hacernos creer.
Mike, no sé si leiste mis vivencias cuando el golpe 4F.
ResponderEliminarEstoy pendiente con el artículo, le busco su oportunidad. Un abrazo
De lo que aquí se trata,es de como se ha generado un negocio fabuloso alrededor de un alarmismo falso y de una gigantesca maquinaria propagandística.
ResponderEliminarEso si:son muy listos.
Como vieron que lo del "calentamiento global" ya no colaba,con temperaturas como las que padecemos,y que incluso aumentaba el grosor de los polos,cambiaron y pasaron a denominar el "invento" bajo otro invento semántico:cambio climático.
Y ya sabemos que el "cambio" lo mismo sirve para un roto que para un descosido....
la salud empieza por casa, y no me refiero a reciclar los desperdicios, me refiero a buscar la verdad, sin partidismos y sin intenciones políticas
ResponderEliminarestaría bien que alguien lo hiciera de vez en cuando
En Vallehermoso en La Gomera, dicen que hay el mejor clima del mundo.
ResponderEliminarSeguro que no conocen a Al Gore.
Lo del cambio climático es un monumental negocio, nada más. La Tierra no sólo no se está calentando, sino que incluso se está enfriando. ¿Pero sabes lo que pasa? Pues que se ha montado una colosal máquina de hacer dinero con este tema, y nadie quiere soltar esa ubre porque da mucha leche.
ResponderEliminarEstá claro que se trata de un negocio, en los que los políticos se llevan gran parte del pastel, evidente el clima cambia, pero debido a un desarrollo normal y sostenible.
ResponderEliminarSaludos
Es muy recomendable ver el documental "la gran estafa del cambio climático" en el que ponen los puntos sobre las íes en el tema del CO2.
ResponderEliminarCon la mula se descarga en un pelín, jeje, ¿alguien de la SGAE por ahí?
Estimado Mike. Las cosas por su nomre. Lo que padece o no, según los intereses del opinante, el planeta es un Cambio Atmosférico con consecuencias climáticas.
ResponderEliminarNadie niega al día de hoy, se negó y mucho en su momento, el agujero de la Capa de Ozono, que con paciencia y poco a poco va remitiendo. Nadie puede negar, pues las evidencias están ahí, el retroceso de los glaciares. Nadie puede negar la disminución del tamaño y volumen de las capturas pesqueras. Nadie puede negar que vivimos rodeados de miles de millones de toneladas de basura. Nadie puede negar la contaminación de las grandes ciudades.
Mira. Lo llamen como lo llamen y digan lo que digan, una cosa es segura, al ritmo que vamos nuestros bisnietos, si los tenemos, no hablarán de cambio climático, y no lo harán sencillamente porque no tendrán aire para respirar. No es problema de si hará más o menos calor, no es problema de si se deshiela uno u otro polo, el problema sencillamente es de composición del aire, de las mierdas que respiramos. Una prueba sencilla. Con un pañuelo blanco te suenas los mocos despues de una buena caminata por los monegros, bien alejado de las poblaciones, y despues repites la prueba en Madrid, en Barcelona, en Huelva. Sólo tienes que comparar uno y otro pañuelo. Eso es contaminación. Que dando un paseo por una montaña a 2000 o 3000 metros te encuentres basuras y restos de plásticos, eso es contaminación. Que no veas un pez en el litoral porque las ciudades vierten sus residuos al mar, eso es contaminación. Cuando no tengamos oxígeno suficiente para respirar, no tendrá solución.