
Según las noticias de hoy, los piratas somalíes retienen hasta la fecha a un total de 20 barcos con 340 tripulantes.
Estas simples pero abultadas cifras implican varias consecuencias, mayores de lo que puedan parecer en primera instancia. En el aspecto humano, el secuestro de tripulaciones implica también el enorme perjuicio causado a familiares y amigos de los retenidos. El riesgo de morir asesinado a manos de embrutecidos que no conceden a la vida más que un valor mercantil es muy alto. Además, debemos tener en cuenta el trastorno económico y laboral causado por estas acciones terroristas. Trastorno difícilmente cuantificable en dinero y en posibles consecuencias posteriores, tales como anulación de contratos de transporte, con la posible pérdida de trabajo de muchos marineros y personal de tierra, la creciente inseguridad del tráfico de mercancías y pasajeros por la zona en conflicto, etc
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Mi opinión personal, que seguramente no será bien acogida por muchos, es que este problema de la piratería somalí, a estas alturas, solo puede tratarse mediante el uso de la fuerza. Los constantes actos de piratería demuestran que el dialogo y el pago de rescates es alimentar al enemigo. Como en otros casos – ETA, por ejemplo – el resultado de las palabras es nulo. El terrorista siempre quiere más, e interpreta como debilidad la preferencia por el entendimiento.
Para quien tache de belicista mi actitud, quiero dejar bien claro que ser verdaderamente pacifista, en mi opinión, no significa renunciar a la propia defensa ante las agresiones. Edmund Burke escribió: “Hay un límite en el que la tolerancia deja de ser una virtud”. Yo estoy absolutamente de acuerdo. Defiendo a menudo que esta cita de Burke debería figurar en el ideario de muchos en los tiempos que estamos viviendo, en los que vemos como la defensa de los principios correctos sobre los que se asienta nuestra civilización son atacados a menudo por quienes no respetan los derechos más elementales del ser humano, con la connivencia de gobernantes, legisladores y amplios sectores sociales de nuestras propias naciones.
Jamás justificaré una agresión sin motivo, ni excusaré el uso desproporcionado de la fuerza para repeler la violencia. Pero no creo en la máxima que otros defienden de no responder a la violencia con violencia. Creo en el derecho a la defensa de la propia vida y de la propiedad. Y sometiéndome a este principio, apoyo y defiendo las pasadas acciones de norteamericanos y franceses en defensa de sus ciudadanos, aún a costa de las vidas de los piratas. Fueron estos terroristas somalíes quienes iniciaron las agresiones; son ellos quienes ponen en riesgo la vida de otros. No dudan en usar sus armas contra las tripulaciones de los barcos en transito por la zona. Están pidiendo a gritos un escarmiento; una intervención militar conjunta, por parte de los países que están dispuestos a defender a sus propios ciudadanos e intereses, (que es una forma de decir que España no estará entre ellos) y poner a los terroristas en el lugar que les corresponde. Es decir; en prisión o bajo tierra. Antes ellos que la vida de cualquier inocente.