
Es tan evidente la maniobra, que me causa algo de vergüenza comentarla. Se trata de distraer y polemizar, a costa de lo que sea.
Ayer, víspera del debate sobre el estado de la nación, la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, anunció una nueva iniciativa para el plan de Estrategia de Salud Sexual que el Ministerio de Sanidad prepara junto con el Ministerio de Igualdad.
Cualquier niña podrá comprar “la píldora del día después” en las farmacias, tantas veces como quiera y sin disponer de receta médica. Este fármaco estará a disposición de cualquier mujer, sin límite de edad. Existen muchos argumentos es contra de este proyecto. Argumentos que muchos hemos citado en ocasiones. No deja de ser un absurdo que una niña de 15 años pueda comprar un anticonceptivo libremente y sin dar cuentas a nadie, y que no se le permita tatuarse sin el consentimiento de sus padres. Tampoco puede hacer la mayoría de trámites administrativos sin la supervisión de un adulto. No puede faltar a clase sin permiso de padres, tutores y educadores. No puede usar la mayoría de vehículos a motor. No puede consumir ni comprar tabaco ni alcohol. No puede hacer muchas cosas porque no se le permite. Y no se le permite porque no se le reconoce la responsabilidad necesaria para esos casos. Pero sí podrá comprar libremente la píldora del día después; sin ningún tipo de limitación. Y cuando cumpla 16, será completamente libre de abortar sin permiso de sus padres.
Esta será la realidad dentro de tres meses, si nada lo remedia. El sueño de muchos se verá cumplido. Los menores de edad podrán adquirir anticonceptivos a voluntad, de modo que ya tenemos otro aliciente sexual. El sexo vende mucho. No hay más que ver diez minutos de comerciales en televisión para comprobar que las insinuaciones aparecen por igual en un anuncio de pasta, de automóviles, o en una presentación de nueva serie para adolescentes a los que se les presenta como si llevaran una vida de adultos.
Pero todos tranquilos. Padres y familiares que aún se preocupen por sus hijos y educadores que todavía les eduquen. Tranquilos. No pasa nada. La ministra Jiménez asegura que estas píldoras no son un riesgo para la salud. Que no existen contraindicaciones. Claro. Si ella lo dice, debe ser verdad. Será que los efectos secundarios más comunes, tales como vómitos, hemorragias no relacionadas con el periodo, dolor en los pechos y alteraciones menstruales no deben ser tan importantes para la sra. Jiménez. Esperemos unos años para comprobar si estos efectos secundarios acaban por derivar a patologías más graves y veremos a quien le adjudican entonces la responsabilidad. Si al liberalismo o al boom de la construcción.
Por otra parte, médicos y farmacéuticos avisan sobre la inconveniencia de consumir la píldora con asiduidad. Precisamente inciden en ello por la dificultad que supone el intentar convencer a muchos adolescentes de que no abusen de sustancias nocivas. La adolescencia y la ponderación rara vez van unidas.
De modo que ya tenemos píldora del día después. Ayer, por un día, fue también la píldora del día antes. La píldora de la víspera y de la víscera. Seguramente todos tendremos que tragar también una amarga y áspera píldora que la clase política nos pondrá en la boca mientras nos tapa la nariz. La píldora del hartazgo, cuyos efectos secundarios suelen ser desesperación, indignación descreimiento y cinismo, en porcentajes dependientes de la reacción de cada consumidor. Yo me conformaría con un sarpullido cuando termine el debate sobre el estado de la nación.