
No falta mucho tiempo para comprobar los efectos resultantes del último error grave de Mariano Rajoy. Mantener al tesorero Bárcenas en su puesto supondrá un verdadero golpe en la línea de flotación del partido, si se demuestra que este ha cometido algún de delito fiscal.
Aún si Bárcenas es inocente de los cargos que se le imputan, debería haber sido cesado temporalmente, o haber puesto él mismo su cargo a disposición del partido. Dado el caso, hubiera regresado a su puesto en olor de multitudes, aclamado por los simpatizantes del Partido Popular y visto como un héroe que hubiera salido indemne de una confabulación contra el partido de la oposición. De ser culpable, cosa que cada vez parece más posible, su descrédito arrastrará a quienes le apoyaron contra viento y marea.
Los síntomas de lo que posiblemente está por suceder son reveladores. Cualquiera sospecharía de un político que afirma no conocer o recordar exactamente de dónde le llegan ciertos ingresos. Yo, como cualquier ciudadano, conozco el origen de cada euro que entra en mi casa. Y como cualquier ciudadano, desconfío cuando, como en el caso de corrupción del municipio de
Ante la gravedad de las acusaciones del caso Gürtel, Mariano Rajoy debería haber llamado a los miembros del partido popular investigados por el juez para convencerles y exigirles de que poner sus cargos a disposición del partido hubiera sido una excelente medida de higiene que, además, se hubiera vuelto en contra de quienes están detrás de la denuncia, caso de que los imputados resultasen inocentes.
Luís Bárcenas ha hecho público hoy su deseo de declarar voluntariamente ante el Tribunal Supremo, para tratar de argumentar en su defensa su propia situación de indefensión ante los medios debido a las filtraciones sobre el sumario que son publicadas casi a diario.
Se dirime aquí mucho más que la posible culpabilidad del tesorero del PP por presuntas irregularidades que alcanzan a otros miembros del partido. No son solo los populares quienes están convencidos de que alguien necesita desesperadamente encontrar y probar una trama de corrupción y financiación tipo FILESA con la que pararle los pies a un triunfante Rajoy. Que esos intereses que se mantienen en la sombra puedan conseguirlo, o no, será otra historia continuación de esta. Pero la apreciación general entre gran parte de la militancia del PP es que Mariano Rajoy se ha mostrado falto de reflejos y autoridad y que, aún en medio de esta situación, ha perdido otra oportunidad de mostrarse como un presidente eficaz y con suficiente autoridad para dirigir el partido a satisfacción de las diferentes tendencias que conviven dentro.
Lo que sí parece definitivo es que la imagen de la clase política no levanta cabeza. Aunque, posiblemente, no le interese. Con la cabeza baja se mira uno mejor el bolsillo.