SARKOZY SI. BURKA NO.

El problema del burka no es un problema religioso, es un problema de libertad, de dignidad de la mujer.

No podemos aceptar en nuestro país mujeres prisioneras tras una rejilla, alejadas de toda vida social, privadas de toda identidad. No es la idea que la República francesa tiene de la dignidad de la mujer.

Lo quiero decir solemnemente: no será bienvenido en el territorio de la República francesa.

Es como un soplo de aire fresco en este desierto de conformismo y temor a llamar a las cosas por su nombre. Ha sido Sarkozy quien ha pronunciado estas palabras hoy en el Palacio de Versalles ante el congreso. Estoy muy agradecido porque un político europeo haya hablado de este modo, asumiendo el riesgo que esto pueda implicar dada la nula tolerancia de buena parte del Islam ante las discrepancias.

Sarkozy. Ha tenido que ser Sarkozy. No han sido palabras de Rodríguez Zapatero, el iluminado de la alianza de civilizaciones, incapaz de condenar las atrocidades que comente muchos musulmanes en contra de la libertad. Ni ha sido Fernández de la Vega, clon de Zapatero en discurso y actitudes. Ni Bibiana, con su igualdad diseñada a convertir en desigual a cualquier hombre que se le cruce por el camino. Ni la planetaria Pajín. Ni el pro palestino Pepe Blanco. Ni el Obama-maníaco López Aguilar…

Ha tenido que ser un tipo como Sarkozy, a quien todos los anteriores desprecian porque no es progre, aunque tengan que poner buena cara ante él. Ha sido Sarkozy y nadie más en esta Europa utópica, desleal y cobarde. Ha sido Sarko el que ha hablado y ha dado una lección que los defensores de los derechos de la mujer progre, del homosexual y del travestido no podrán ni querrán aprender, por muy conscientes que sean de que ellos mismos, en un país islámico, valdrían menos que una caca de camello.

Al final, resulta que vienen a ser los de siempre los que se juegan el tipo por defender los derechos y libertades inherentes al ser humano. Sarkozy se atreve a abrir la puerta a futuros conflictos con el mundo islámico. Puerta que otros políticos europeos no se atreven ni a tocar. Ni siquiera aquellos que más motivos tendrían para mostrarse contrarios a estas discriminaciones brutales, como el domesticado Rajoy, incapaz de levantar la voz en contra de los abusos que se pretenden imponer como formas culturales que vienen de lejos.

Yo, qué quieren que les diga. Creo en la libertad de cualquiera para creer en Alá, en Dios, en el sintoísmo o en los idealizados cultos celtas. Pero no creo en absoluto que haya que respetar la libertad que pretenden ejercer unos anormales para tratar a las mujeres como si fueran seres de un orden inferior. Hay que estar muy enfermo, o no tener entrañas, para sostener semejante fe.

De modo que bravo por Sarkozy.

Burka, no.