Hace mucho tiempo que no pasaba por mi pantalla ningún artículo de una de las periodistas más curiosamente demagogas que he leído jamás. Hoy, bien pronto por la mañana, repaso varios diarios digitales y pulso un link que me lleva a Público , a un blog en el que escriben varios autores, entre los que se cuenta Nazanín Amirian, a la que descubrí como columnista en el diario gratuito Metro, uno de los desaparecidos hace ya tiempo de las calles de mi ciudad y de la web.
Fue un amigo quien me la presentó, por decirlo de algún modo. Él llevaba tiempo comentándome acerca de una mujer que escribía pequeños artículos en dicho periódico, que apuntaban casi invariablemente a un modo de pensamiento muy parecido al por aquél entonces recientemente constituido como “buenismo progre y aliancista” traído a la vida española por el también recién estrenado Presidente ZP.
Total, que cierto día, mi amigo me da un ejemplar de Metro y me dice: “hay que ver como os trata esta mujer en su columna de hoy”. Tenía razón. Cuando leí aquello, no pude por menos que pensar que la falta de información de aquella escritora debía deberse a su manifiesta falta de información o a algún ramalazo de feminismo setentero mezclado con ciertos tópicos de películas western. Es caso es que la lectura de aquél desafortunado artículo me impulsó a escribir un post en este blog, entonces llamado Canal Rancio, que pretendía dos cosas. Desagravio hacia mi religión y poner de manifiesto el daño que puede provocar la ignorancia hecha texto. De hecho, fueron opiniones desafortunadas (y puede que algunas muy mal intencionadas) las que me llevaron a escribir contra la ignorancia en más de una ocasión.
De modo que hoy, tres años después de conocer a Nazanín Amirian, leo de nuevo un escrito suyo y me encuentro con un planteamiento que desautoriza a quienes piden un endurecimiento de penas para terrorismo y otro tipo de delitos, mezclando el asunto con los encarcelados por cuestiones políticas o sexuales y aderezándolo todo con el tópico de manual progresista sobre la nula repercusión de las condenas a muerte frente al incremento de los delitos que les sirve a muchos por contestación cuando alguien habla de restituir el perjuicio sufrido por víctimas y allegados.
No puedo llegar a comprender cómo se pueden mezclar en un escrito tan corto tal cantidad de tópicos para no ofrecer ninguna solución ni alternativa reales. De hecho, el primer párrafo es para enmarcarlo y lucirlo en alguna galería de citas dogmáticas progres. La escritora asegura que las medidas coercitivas no reparan el daño hecho ni evitan la repetición del acto delictivo, pero omite que las penas impuestas por la ley – que es otro modo de denominar lo que ella llama “medidas coercitivas” – son castigos para quienes delinquen.
Muchas veces he oído que las cárceles deberían cumplir el papel principal de reinserción del delincuente. Para mí, el error está precisamente en asignar ese papel como prioritario. Ante todo, la prisión debe ser un lugar de confinamiento para quienes actúan contra la sociedad y los individuos que la componen. Un lugar donde el interno cumpla una condena en justo castigo. Si, además de eso, este decide aprovechar su tiempo en trabajar o estudiar, pues mejor. Pero yo nunca permitiría redimir a nadie una condena por asesinato por el hecho de que el asesino estudie una carrera. No veo que eso restituya una vida.
Consideraciones propias aparte, les invito a que lean el artículo de esta escritora iraní. Quizás sea yo quien tenga una postura intransigente sobre el asunto en cuestión. Y no se pierdan los comentarios de los lectores. Como diría un amigo de Castellón, hay uno que es de traca.
Mi buen y estimado amigo, pasa por mi blog que tienes 2 premios, te los mereces por hablar alto y claro.
ResponderEliminarAbrazos.
Los comentarios tercero y cuarto, en efecto, son para “enmarcar”.
ResponderEliminarEl artículo contiene también varias “perlas” que son de antología: “escarmentar a los infractores de los pactos establecidos –más allá de su justedad– y, por otro, aleccionar a los demás por si caen en la tentación de saltárselos”, mayo del 68 en estado puro. Relativismo elevado a la enésima potencia. O sea, que los quien comete un delito no es más que un infractor de un “pacto establecido” por otros que no tiene porque ser justo. ¿Por qué no robar o atracar a mano armada, pues? Si el respeto a la propiedad privada nos es más que un “pacto establecido” que no tiene porque ser justo.
“Bajo el nombre de preservar la paz social, los gobiernos han privado de libertad a unas diez millones de almas”. El respeto a los derechos de los demás, bien protegido por la pena, es “paz social”.
No creas que eres un intransigente, porque, si eso es así, yo también lo soy.
Esta mujer pasa el examen de progresía. Le podemos dar el carnet de progre. Con la duda que nos quedamos, en efecto, es ¿y qué propone como alternativa a la existencia de un Código Penal con las penas correspondientes a cada delito perfectamente determinadas? Ah, verdad que eso es un “pacto establecido”.