No podía ser de otro modo. ETA ha matado recientemente, y aún tenemos que estar agradecidos de que no haya podido asesinar tanto como pretendía en esta nueva etapa de terrorismo que vivimos en España. Era de esperar que todo esto sucediese, y siga sucediendo, desde que el Partido Nacionalista Vasco perdió la presidencia del País Vasco debido al pacto PSOE – PP.
Hoy, observando las fotos de los tres últimos terroristas detenidos en Francia y escuchando en radio la noticia del acoso y agresión que una multitud de anormales pro etarras inflingió ayer a militantes del Partido Popular en Navarra, me reafirmo en que si yo diera crédito a la Teoría de la Evolución de las Especies, los antropólogos no tendrían más que acercarse al norte de España para observar en vivo la fisonomía, vida y costumbres de un buen número de ejemplares a los que podría catalogarse como eslabones perdidos de la evolución humana, sin temor a equivocarse.
Como cualquier subespecie del reino animal, dichos individuos se reproducen y perpetúan su comunidad, al tiempo que sus costumbres y hábitos que, invariablemente, pasan por el odio y el bloqueo mental inherente a su identidad como grupo.
Hay muchas cosas que me causan perplejidad en lo que se refiere a ETA y su entorno político y social; pero una de ellas acude a menudo a mi mente cuando reflexiono sobre el asunto, generalmente después de algún atentado o durante alguna conversación al respecto.
Del mismo modo que buena parte de el pueblo alemán, en otro momento histórico y en circunstancias socio económicas muy diferentes, votó masivamente por Adolf Hitler, hay un gran número de vascos y navarros que apoyan con sus votos a partidos que apoyan, abiertamente o con cierta tibieza, al terrorismo. Sinceramente, me resulta muy difícil creer, pero así ocurre, que todos estos votantes justifican los asesinatos como medio para que ETA imponga su entelequia de una “Euskal Herría” independiente de España y gobernada por unos carniceros que, para conseguir sus objetivos, ni siquiera han dudado en acabar con las vidas de tantos niños como han asesinado desde que la banda terrorista existe.
Alguien me comentó en una ocasión que ETA dejaría de matar si el País Vasco fuera independiente y gobernara el PNV. Yo no pude estar de acuerdo entonces, como sigo sin estarlo hoy. Si de verdad estos asesinos conservaran sus ideales comunistas de antaño, en lugar de ser un grupo de criminales acostumbrados a vivir de su empresa de terror y extorsión, no estarían dispuestos a dejar el gobierno de su recién conseguida independencia en manos de un partido que no tiene nada de izquierdista. Creo que, una vez que hubiera pasado la resaca y la euforia de la segregación de España, estos volverían a matar con la excusa de la consabida interpretación comunista de la libertad del pueblo frente al capitalismo represor de la burguesía y toda esa historia rancia de la lucha de clases frente al capital.
Por eso estoy completamente convencido de que los líderes de ETA no poseen ideales políticos desde hace mucho tiempo. Siguen la inercia de vivir en la clandestinidad, sirviéndose del dinero recaudado por la extorsión – y por ciertas aportaciones voluntarias – y sembrando en los adolescentes los gérmenes del victimismo, el odio y la violencia para asegurarse una cantera de la que sacar peones que estén dispuestos a matar para mantener su lucrativo negocio.
El día que los independentistas vascos condenen a ETA con sinceridad, sin oportunismo y sin afán político oculto, ese día será el verdadero principio del fin de la banda criminal. Y para esto, además de la necesaria lucha policial y legal, es imperativo reparar el mal que el sectarismo independentista del PNV sus ocasionales socios, PSOE incluido, han ido inyectando en las últimas generaciones vascas mediante su sistema educativo y sus medios de comunicación.
Mientras tanto, esperemos que Patxi López tenga razón al asegurar que el pacto de gobierno PSOE-PP está blindado. Es imperativo mantener al PNV fuera del gobierno autónomo, si se quiere poner remedio a esta situación.
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ETA os va a matar dentro de cuatro días y nos vamos a alegrar.
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