
No conozco otro país de los que les gusta llamarse occidentales donde el estado de derecho, la legalidad vigente y los derechos más básicos de los ciudadanos sean sistemáticamente atropellados (eso sí, con talante) como es el caso de España.
Me comentaba hace mucho tiempo un conocido que vivió bastante tiempo en Nápoles, que le sorprendió muchísimo volver a España y encontrarse con la casi inamovible realidad de una sociedad inane, por indiferencia o cobardía, ante los abusos de su clase política en general. Esto, , en cierta manera, le recordaba aquél ambiente napolitano en el que vivió tanto tiempo, donde uno terminaba por adaptarse a no hacer nada, a no protestar contra la corrupción de los poderosos y al peligroso dominio de unos pocos sobre muchos.
Pepe blanco ha declarado hoy en el programa matinal de Antena 3 TV, a propósito del caso “Faisán”
, que a este asunto no se le debe dar más importancia de la que tiene. Si nos ponemos brevemente en antecedentes, estamos hablando de un grave caso de filtración de información desde las fuerzas policiales hacia el entorno de la banda asesina ETA. Un chivatazo que permitió a varios terroristas escapar de una operación policial, evitando ser arrestados.
Las sospechas, desde varios medios de comunicación y algunos miembros de la policía, recaen en ciertos elementos relacionados también con la trama del 11 M y la ocultación y destrucción de pruebas que, durante la pasada semana, se vieron reflejadas en sendas sentencias que exculpan a Luís del Pino, periodista, de los cargos de conspiración, injurias y calumnias a los que tuvo que hacer frente por desvelar las irregularidades cometidas en la investigación oficial del atentado de Madrid.
Nuevamente, el ministro Rubalcaba, quien ya estuviera al frente de Interior durante los años del GAL y otros muchos casos de corrupción institucional del largo mandato de Felipe González, aparece como sospechoso, en el ánimo de muchos, bien como responsable directo, bien como conocedor de este nuevo escándalo que el Fiscal General del Estado pretende también archivar, para eludir del modo más eficaz posible las responsabilidades y publicidad que este asunto pueda levantar en la opinión pública.
Durante toda la mañana he oído opiniones de oyentes en diferentes canales de radio. Exceptuando unos pocos de apoyo incondicional al gobierno socialista, la gran mayoría de opiniones se han manifestado hacia el recuerdo de la trama del GAL y su posterior estrategia de ocultación. Si existiera una oposición fuerte e inteligente contra el Gobierno, este sería uno de tantos escándalos por los que habría que pelear en el congreso hasta el final; no por sacar beneficio político desde uno u otro partido contrario, sino para procurar salvar el prestigio de unas instituciones en las que cada vez confían menos ciudadanos, y para depurar responsabilidades, fuese quien fuese la cabeza pensante de esta nueva traición al Estado de Derecho a favor de ETA.
O eso, o seguimos pensando en la mafia napolitana mientras a nuestro gobierno le descubren escándalos casi a diario.
Me comentaba hace mucho tiempo un conocido que vivió bastante tiempo en Nápoles, que le sorprendió muchísimo volver a España y encontrarse con la casi inamovible realidad de una sociedad inane, por indiferencia o cobardía, ante los abusos de su clase política en general. Esto, , en cierta manera, le recordaba aquél ambiente napolitano en el que vivió tanto tiempo, donde uno terminaba por adaptarse a no hacer nada, a no protestar contra la corrupción de los poderosos y al peligroso dominio de unos pocos sobre muchos.
Pepe blanco ha declarado hoy en el programa matinal de Antena 3 TV, a propósito del caso “Faisán”
, que a este asunto no se le debe dar más importancia de la que tiene. Si nos ponemos brevemente en antecedentes, estamos hablando de un grave caso de filtración de información desde las fuerzas policiales hacia el entorno de la banda asesina ETA. Un chivatazo que permitió a varios terroristas escapar de una operación policial, evitando ser arrestados.
Las sospechas, desde varios medios de comunicación y algunos miembros de la policía, recaen en ciertos elementos relacionados también con la trama del 11 M y la ocultación y destrucción de pruebas que, durante la pasada semana, se vieron reflejadas en sendas sentencias que exculpan a Luís del Pino, periodista, de los cargos de conspiración, injurias y calumnias a los que tuvo que hacer frente por desvelar las irregularidades cometidas en la investigación oficial del atentado de Madrid.
Nuevamente, el ministro Rubalcaba, quien ya estuviera al frente de Interior durante los años del GAL y otros muchos casos de corrupción institucional del largo mandato de Felipe González, aparece como sospechoso, en el ánimo de muchos, bien como responsable directo, bien como conocedor de este nuevo escándalo que el Fiscal General del Estado pretende también archivar, para eludir del modo más eficaz posible las responsabilidades y publicidad que este asunto pueda levantar en la opinión pública.
Durante toda la mañana he oído opiniones de oyentes en diferentes canales de radio. Exceptuando unos pocos de apoyo incondicional al gobierno socialista, la gran mayoría de opiniones se han manifestado hacia el recuerdo de la trama del GAL y su posterior estrategia de ocultación. Si existiera una oposición fuerte e inteligente contra el Gobierno, este sería uno de tantos escándalos por los que habría que pelear en el congreso hasta el final; no por sacar beneficio político desde uno u otro partido contrario, sino para procurar salvar el prestigio de unas instituciones en las que cada vez confían menos ciudadanos, y para depurar responsabilidades, fuese quien fuese la cabeza pensante de esta nueva traición al Estado de Derecho a favor de ETA.
O eso, o seguimos pensando en la mafia napolitana mientras a nuestro gobierno le descubren escándalos casi a diario.
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