El cuerpo del soldado canario que murió en Afganistán ya está enterrado. La medalla póstuma concedida a este joven esposo y padre no será consuelo para su familia. En medio de la crudeza de la situación, recién conocida la muerte del soldado, su abuela comentaba frente a una cámara: “le dijeron que iba a una misión de paz y lo enviaron a una guerra”
Es patético presenciar día a día cómo un gobierno en pleno, prisionero de sus mentiras y consignas del pasado, elude reiteradamente reconocer que en Afganistán hay una guerra. Esta obstinación ha llevado a ordenar que los soldados españoles sólo puedan usar sus armas para repeler ataques. No pueden participar en ofensivas. No pueden atacar. Tienen que servir a la estrategia de imagen del gobierno socialista. Pacificadores en una tierra que no admite la paz, frente a un enemigo que no desea la paz si no es mediante el sometimiento religioso o la aniquilación del enemigo. Zapatero ha vestido a nuestras tropas de chicos y chicas de la Cruz Roja, como aquella joven concha Velasco que ahora se pasea en aviones de la fuerza aérea para publicitar la imagen de nuestros soldados, en un esfuerzo de Zapatero para que los veamos como algo más que recuerdos asociados a jóvenes que vuelven a casa en un ataúd.
España está en una guerra que su gobierno no quiere reconocer. Los testimonios que así lo aseguran han sido callados al poco tiempo de dejarse oír, como sucedió con el Cougar abatido, en el que fallecieron 17 militares.
La campaña de propaganda socialista olvida pronto a las víctimas. Siempre hay algo con lo que distraer o agitar al pueblo. Si no toca una ley de Memoria Histórica, se recurre a la Educación para la Ciudadanía. Lo que sea, con tal de que los votantes no piensen lo que no deben pensar.
Asociado al pesar por el triste fallecimiento de nuestro soldado, en muchos llama la atención el olvido de quienes hicieron del antiaznarismo y el “no a la guerra “ su noble causa antes de que zapatero llegara al poder. El engreído y disparatado Almodóvar, acusando de intento de golpe de estado al Partido Popular, los Bardem, hoy mamá Bardem con calle en Sevilla e hijo Bardem disfrutando del american way of life en Hollywood, como todo izquierdista progre que se precie, el eterno aburridor Víctor Manuel y su esposa, Sabina, conservado en alcohol y hierba, Bosé, mitificado e inexistente en el mercado discográfico, Concha Velasco, autodefinida como muy, muy, muy de izquierdas, pero sin vivir al modo que proclaman los muy, muy, muy de izquierdas, o el mismo Serrat, transigente con nacionalistas que no transigen con nadie.
Tales son los que cerraron filas entorno a Zapatero, colaborando en aquella infantil campaña, para infantiles destinatarios, con la que se pretendió y consiguió asociar al socialismo y su gobierno con un rasgo característico de su presidente. El culto al líder.
Hoy no están presentes los de la ceja. Ni se les espera. Ya no necesitan gritar “no a la guerra”, ni enarbolar fotos de reporteros españoles muertos en guerras. Aznar ya es presidente; y otros se encargan de ridiculizar su imagen desde sus programas de TV. Tampoco hay elecciones a la vista. Ni riesgo de que las descabelladas medidas de su amo puedan ser causa de protestas generales. Los cejistas están bien alimentados con sus nuevos cánones sobre soportes digitales. Cánones concedidos por el Gobierno CejaP, cuyo presidente es bien consciente de que sus excesos y errores se pueden disimular con propaganda y promesas populistas en el momento oportuno. No hay más que echar un vistazo a los ministros de este Gobierno de España, y a sus actuaciones, para comprobar lo falso y vacío que resulta todo el mundo de Zapatero.
La Ceja descansa. Como los Nunca Mais. Volverán al día siguiente de un cambio de gobierno que no les guste. La izquierda les pondrán delante la zanahoria de una candidatura al Oscar, una subvención o unos conciertos contratados y volverán a marchar al son de la voz de su amo. Pero, por el momento, callan. Los soldados españoles muertos en guerras que no son guerras no son motivos suficientes para jugarse el ser parte de una lista negra que les obligaría a dedicarse a los programas basura de Telecinco. ¿Al fin y al cabo, qué es la propia dignidad, comparada con treinta monedas de plata?