En el
juego del billar americano existe algo tan básico como golpear primero alguna
de las bandas con la bola blanca para alcanzar alguna otra bola e impulsarla
hacia la entrada que se desea. En la política, tocar primero un sitio para
poder llegar a otro, o pretender un objetivo para conseguir el que realmente se
persigue es la práctica diaria.
Mahmud Ahmadineyad
está consiguiendo carambolas provechosas con su política exterior. Ha visitado
recientemente a Da Silva, en Brasil, Morales, en Bolivia, y ahora a Chávez, el
iluminado neo marxista bolivariano que dirige el naufragio de Venezuela. En aquellas
tierras le reciben con los brazos abiertos. El único requisito necesario para
ser bien visto en estos países es ser anti USA. Clamar contra el imperialismo
es garantía de ser admirado por aquellos dictadores populistas. El trasfondo de
violencia, ausencia de libertades y fanatismo religioso no les molesta. Incluso
parece que no les desagrada. El caso es ser anti norteamericano. Eso es lo verdaderamente
importante.
Ahmadineyad
vende al mundo una imagen de alianza y entendimiento con sus amigos
suramericanos que llega a ser estomagante para cualquier persona que tenga una
mínima capacidad de análisis. De semejante alianza, ninguno de sus entregados
admiradores conseguirá nada realmente provechoso para sus países, si entendemos
por provechoso un acuerdo comercial fiable, una iniciativa de progreso social o
empresarial, o un acuerdo en investigación y estudio, por poner algunos
ejemplos. Irán no tiene nada de eso para ofrecer. A decir verdad, los
anteriores países tampoco. Ellos se contentan con alguna limosna nuclear y el
iraní afianzará la presencia de intereses islámicos en el continente americano.
De modo que los Chávez, Morales y Da Silva facilitan el expansionismo del Islam
a cambio de poco más que una coincidencia en odios y en la necesidad de hallar
culpables fuera de los problemas que cada uno tiene dentro de su casa.
Existe,
sin embargo, otro lado oscuro, mucho más oscuro aún, que los lideres de Brasil,
Venezuela y Ecuador no parecen tener en cuenta. Nadie da nada gratis. En política,
nadie ayuda a otro desinteresadamente. Y mucho menos, nadie, excepto ejemplos
como el gobierno español, está dispuesto a renunciar a los principios por los
que se rige su propia sociedad. Esto es absolutamente inamovible en los países
donde la creencia religiosa ha traspasado sin retorno la frontera del
fanatismo, para institucionalizar la violencia y el dominio en nombre de un
dios que se complace con la miseria y el terror del pueblo.
Para
Ahmadineyad, y para las implacables autoridades religiosas de Irán, el último y
definitivo objetivo de su existencia es la implantación del Islam en el mundo. No
importan los medios para lograrlo. No importa la sangre que haya que derramar,
ni el terror que necesiten imponer. La justificación de sus métodos tiene dos
razones que guardan un perfecto equilibrio a la hora de convencer a sus seguidores.
Su religión es la única verdadera, y los infieles, si se resisten a ser
conquistados, merecen la muerte. De este modo cualquier atrocidad queda razonada
y justificada, aunque sea perpetrada contra la propia población iraní, de religión
y práctica también musulmana. Exactamente lo mismo que sucede en Afganistán.
Ahmadineyad
no dudará en usar y tirar al enloquecido Chávez, como si fuera un cleenex.
Cuando ninguno de los “bolivarianos anti yankees” le sirva, prescindirá de
ellos sin explicaciones y con la satisfacción de haber servido fielmente a
Allah. Dejarán de ser sus queridos amigos a los que abrazarse en visitas
oficiales, para mostrarlos como lo que realmente son vistos: infieles
corruptos, indolentes, entregados a los vicios de occidente y demasiado
permisivos con mujeres, que es como se ve a cualquier no mahometano en los íntimos
círculos islamistas de gobernantes y ciudadanos fieles de Irán, Afganistán,
Arabia Saudita...
El
presidente de Irán utiliza la banda de Suramérica, porque sabe que aún no puede
entrar frontalmente en Europa y Estados Unidos, a excepción de la España
gobernada por Rodríguez Zapatero, y tratar de imponer sus exigencias. Ve más
probable hacerse presente en países que aún mantienen ciertos vínculos con
Europa, y que dadas sus políticas, también manifiestamente anti occidentales,
pueden servir de cabeza de puente hacia la islamización de occidente. Para
ello, Ahmadineyad comprende que es más factible influenciar a personas carentes
de raíces y principios cristianos y democráticos, precisamente porque es mucho
más fácil tambalear el criterio de quien no tiene principios sólidos.
No
tardaremos muchos años en comprobar las consecuencias de esta estrategia que,
desde 2005, el régimen criminal y absolutista de Irán extiende por Sudamérica,
como opción al más evidente enfrentamiento de costumbres y creencias que
vivimos en Europa con un buen número de inmigrantes procedentes del Islam. Estoy
convencido de que no pasará mucho tiempo hasta que, una vez finalizada la
crisis económica en nuestro continente, los países europeos más prósperos
reciban una nueva hornada de inmigrantes latinoamericanos con nombres árabes. Parecerá
una tontería, pero creo que será un síntoma a tener en cuenta. Al tiempo.
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Totalmente de acuerdo contigo. El otro día me quede alucinado al leer que existen partidos islamistas en España, en cuatro días todos mirando a la Meca y nuestras mujeres con burka. Pero claro, decir esto es de racistas e intolerantes...
ResponderEliminarPues te lo agradecería, no es que mi blog esté teniendo mucha repercusión jaja. Aunque tampoco controlo muy bien todo esto por ahora...
ResponderEliminarTienes razón. El Islam lleva siglos preparándose para dominar el mundo. Procrean con esta finalidad, por ello no les importa sacrificar a sus hijos, ¡es tan fácil hacer muchos!...
ResponderEliminarPara cuando los necios de los gobernantes se den cuenta, será tarde.