Hay una buena parte de la Iglesia Católica vasca,
personificada en un numeroso grupo de sacerdotes, que se muestra más preocupada
por la defensa a ultranza de su ideario independentista que por defender el
derecho a la vida de los no nacidos.
Esa parte de la Iglesia Católica vasca, segunda o tercera
generación cómplice del nacimiento de ETA, organización terrorista a la que
protegió y defendió desde sus púlpitos, no ha movido un solo dedo, ni ha hecho
una sola declaración para advertir a su otro preferido, el Partido Nacionalista
Vasco, que sus votos a favor de Zapatero y su proyecto de ampliación de la ley
del aborto contraviene a la moral, a la ética y al evangelio.
El Sr.
Munilla, obispo recientemente designado para dirigir la diócesis de San
Sebastian, no cumple con uno de los requisitos más valorados por el PNV y la
iglesia independentista. No es suficientemente vasco. Como todo el mundo sabe,
para estas gentes, un vasco no es suficientemente vasco si no es
independentista. A un vasco se le puede tolerar que no lo sea de nacimiento. Se le puede disculpar que su árbol
genealógico no tenga raíces vascas. Se le puede hasta ignorar que no hable
vasco. Todo lo anterior queda borrado, como si de antecedentes policiales o
criminales se tratara, si es independentista.
El obispo Munilla no se define como tal, y ahí radica el
problema. Para los curas vascos poco importa – y no digamos para el PNV – que
Munilla sea un miembro del clero al que ellos pertenecen; que ha hecho voto de
obediencia como ellos deben haberlo hecho también (aunque no se note), o que
fue designado para tal cargo por una jerarquía superior a la que ellos también
deben, o como me dijo un amigo ayer: “deberían deber”, obediencia.
Que los políticos y militantes del Partido Nacionalista
Vasco rechacen a un sacerdote por no ser “buen vasco” me parece normal. Incluso
podría decir que me parece hasta necesario para que dicho partido y su entorno
mantenga su imagen de ultranacionalista, racista, xenófobo y aislacionista.
Pero llegados a este punto, también me
parece necesario este rechazo en esa parte de la iglesia vasca, más
numerosa de lo que se aprecia a simple vista, para que ésta conserve su
feligresía de chapelas ajustadas a rosca sobre sus cabezas.
Feligresía aliviada cuando uno de sus curas se niega a
celebrar misa por una víctima del terrorismo, y que se siente satisfecha porque
sus directores espirituales velan, tanto como sus políticos por, por su redil racialmente
puro y elegido para traer la libertad e independencia a “Euskal Herría”
De este modo, y una vez más, los principios del Evangelio
quedan anulados en favor de la política, y la exclusión de personas. La primera
protesta contra el obispo Munilla salió desde el PNV. La siguiente proviene de
la misma iglesia a la que dicho obispo pertenece. No le reprueban por
cuestiones doctrinales. Le rechazan por el motivo que el PNV ordena: Munilla no
es nacionalista. Ante semejante afrenta al nacionalismo vasco no valen nada las
indicaciones de jerarquías superiores a los curas vascos, porque los curas
vascos no están por otra cosa que la política, aunque esta les lleve a obviar
de nuevo sus principios supuestamente cristianos para pasar por alto la
aventura pro abortista de Zapatero y sus ministras.
Si el Vaticano tuviera verdadera autoridad sobre ellos
iniciaría expedientes disciplinarios, y
no solamente por estas cuestiones políticas.
Yo, como cristiano no católico, posición en la que me reafirmo cuando
conozco estas situaciones, iría aún más allá. Les animaría a buscar la
independencia de la Iglesia Católica. Que construyan su propio Palmar de Troya,
que organicen su propio clero de sotana negra y bandera vasca cruzada sobre el
pecho, que elijan Papa a Arzallus y que eleven a los altares, con rango de
santo incorrupto, a Sabino Arana.
No faltarían fieles.