Tras el asesinato de un policía
en Francia a manos de ETA, una ola de opiniones sobre el supuesto fin de la
banda criminal a recorrido varios medios escritos. Es posible que tengan razón,
pero aún está por ver.
Hasta ahora, los terroristas
habían cometido delitos menores en el país vecino, aunque varios de esos
delitos consistiesen en robos de cientos de armas cortas y cientos de kilos de
explosivos. Históricamente, Francia se mostró indiferente hacia el problema de
ETA y sus crímenes en España. Incluso fue refugio consentido para los asesinos
que cruzaban la frontera tras perpetrar atentados.
A los españoles, además de la
sangre de nuestras víctimas y el dolor de sus allegados, la colaboración
francesa en la lucha antiterrorista nos ha costado miles de millones en
contratos con empresas francesas que hubieran sido más ventajosos con otros
proveedores. Nos ha costado también el descrédito y la humillación de ver como,
bajo el auspicio de la propia Francia, los terroristas han sido tratados en el
extranjero como un “ejercito de liberación” que luchaba contra un estado
opresor. Incluso hemos tenido que ver a uno de nuestros guardias civiles
asesinado en tierras francesas por un etarra.
Ahora Francia ha probado la
sangre que los terroristas, a quienes protegió hace tiempo, han derramado. La
Sureté y la gendarmería francesas son muy eficaces, como todo el mundo sabe. ETA
se ha buscado un mal enemigo. No se trata de desmerecer a la policía española.
Sucede que los servicios de seguridad franceses no dudan en actuar bordeando la
ley cuando las circunstancias lo requieren para sus intereses. En estos
momentos, lo que menos necesitan los terroristas es enfrentarse a fuerzas de
seguridad que puedan disparar primero y preguntar después. No sé si es muy
pronto para hablar del principio del fin de ETA, pero si estoy seguro que matar
a un policía francés ha sido un tremendo error estratégico que les costará
apoyos políticos y mermará, con el tiempo, casi totalmente la infraestructura
etarra en el país.
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