Que CiU pretenda prohibir la
bandera española me parece absolutamente normal, aunque, en esta sociedad que
nos toca vivir, lo normal es raramente correcto o justo.
También me parece completamente normal
que quiera prohibir dicha bandera en los taxis de Barcelona. Para cualquier
independentista, incluso para estos que van disfrazados de nacionalistas
moderados, debe resultar muy ofensivo que los colores españoles, queridos por
muchos catalanes, circulen por toda la ciudad recordando a sus habitantes que la
selección de futbol ganó un campeonato del mundo contra los deseos de quienes
veían en tal victoria una afrenta contra su amor propio.
Que CiU, en su argumentarlo para
la petición de prohibición de la bandera española en los taxis, pretenda
convencer a alguien que dicha bandera puede suponer un peligro para la
circulación y la seguridad vial, me corrobora mi teoría (mía y de millones de
personas), de que no hace falta ser un independentista bocazas, insultador y
oportunista como José Luís Carod Rovira o Juan Tardá(*) – o cualquier otro
showman de ERC – para proferir las mayores estupideces en defensa de un
nacionalismo cualquiera.
El caso es que en la sesión
plenaria del consejo municipal de la Entidad Metropolitana de Transporte de
esta pasada semana, el delegado de Convergencia y Unió (CiU) pidió multar a los
propietarios de taxis que lucieran en los vehículos elementos no autorizados
tales como… la bandera de España. El “nacionalista moderado” opina que la
bandera española “”puede constituir un peligro para el resto de vehículos que
circulan por la vía pública.” Lo que no ha explicado, o yo no tengo noticias de
ello, es exactamente qué peligro puede entrañar la bandera. No sé si es que los
taxis barceloneses, en un arranque de fervor por la selección nacional, lo que
se ha dado en llamar “la roja” para favorecer la propaganda visual al gobierno
de Zapatero y a Cuatro, han estado portando banderas de 2 X 6 metros, con
mastil acoplado en el techo del auto, o si es que los taxistas abanderados se
han dedicado a golpear con saña, a banderazos, a otros conductores, mucho más
decentes, que se han sentido agraviados por la victoria del equipo dirigido por
Del Bosque.
Por el momento, la iniciativa de
CiU no ha pasado de ser una propuesta sectaria de un descerebrado o
representante de un grupo de descerebrados. Por el momento.
El gerente le la EMT aseguró que
en el reglamento no hay tipificada ninguna situación que permita multar a nadie
por llevar una bandera española, pero que la posible infracción por llevar
elementos contrarios al reglamento de trafico se debe verificar durante la
revisión de la ITV. De modo que, tal y como funciona el independentismo en
Cataluña, siempre eficaz y diligente a la hora de aplicar medidas contra la
libertad de quienes no son independentistas, podremos ver, quizás antes de un
par de años, a los técnicos de las ITVs detectando, como sabuesos, si un
vehículo lleva alguna bandera española o no. De esto, a considerar infractores
a los vehículos de turistas que lleven algún adhesivo con la bandera nacional,
puede quedar no mucho tiempo.
(*) Llamarles José Luís o Juan no
es un ejercicio de catalanofobia, como se habrá apresurado a decir cualquier
sectario del régimen que haya caído por aquí para leer estas líneas. Es un
ejercicio de autodefensa.
Autodefensa porque, durante los
años que viví en Cataluña, no encontré una sola dirección o placa de tráfico
(por poner un ejemplo) en la que se indicara la dirección hacia Zaragoza o
Teruel. Todas las que vi apuntaban hacia Saragossa o Terol, sin cumplir la
normativa de escribir los nombres originales de dichas ciudades, cosa que los
nacionalistas reivindican y consiguen que se haga en el resto de España con
LLeida o Girona, a las que se nombra en catalán en el resto de España, porque los
nombres “Lérida” y “Gerona” resultan muy incorrectos políticamente.
De modo que, como yo no pienso
entrar en ese circo de lo español supeditado y avergonzado ante el
independentismo catalán, Carod Rovira se llama José Luís en
este blog y en la China.
"Durante los años que viví en Cataluña, no encontré una sola dirección o placa de tráfico (por poner un ejemplo) en la que se indicara la dirección hacia Zaragoza o Teruel. Todas las que vi apuntaban hacia Saragossa o Terol, sin cumplir la normativa de escribir los nombres originales de dichas ciudades".
ResponderEliminarA mí parece absolutamente normal. ¿No decimos Londres en vez de London, o Nueva York en lugar de New York? Algún purista hasta pediría que los topónimos fuesen pronunciados con el acento del país de que se trate. Sería cuanto menos gracioso ver a un extremeño intentando pronunciar con nuestras vocales abiertas "A Coruña". Ni tanto ni tan calvo.
Por lo demás, es absolutamente "normal" que intenten prohibir la rojigualda con la mismísima "normalidad" con la que quieren prohibir las corridas de toros o prohibir que un comerciante se anuncie en castellano.