El rey de Marruecos ha decretado
para hoy el “día del enfado”. Como si el “hermano” de Juan Carlos I no tuviera
otra cosa mejor que decretar. El motivo de semejante tontería es la visita de
Mariano Rajoy a Melilla. Para los marroquíes, este viaje del líder del Partido
Popular es una provocación que choca con el afán anexionista de Marruecos sobre
los territorios españoles, que ya existían como tales mucho antes de que el
propio Marruecos fuese poco más que un inmenso territorio poblado por clanes y
tribus que dedicaban su tiempo a forrarse a tortazos entre ellos, y que
carecían de la más minima identidad nacional y de los más elementales
rudimentos administrativos que pudieran definir aquellas tierras como nación o
país.
El Día del Enfado, allá en el
reino feudal de Mohamed VI, es la distracción de hoy. Mañana lo habrá olvidado
la gran mayoría de la población, que estará más preocupada en sobrevivir que en
secundar los delirios que el tirano heredó de su padre. Mañana será otro día,
también para las mujeres y hombres marroquíes que van a Melilla y vuelven a sus
casas, cargados como animales, llevando mercancías con las que comerciar y
ganar algo de dinero. La inmensa mayoría de éstos tampoco quieren que Ceuta y
Melilla pertenezcan a Marruecos, porque ambas ciudades dejarían de ser
territorios mucho más prósperos que su entorno marroquí.
Mariano Rajoy se presenta hoy en
Melilla, donde va a ser recibido en clamor de multitudes. Al margen de
consideraciones políticas, y dejando a un lado mi escepticismo sobre el
liderazgo de Rajoy para el Partido Popular, aplaudo sin complejos esta
decisión, exactamente igual que hice con la anterior visita de José María
Aznar.
Este sería el momento ideal, y la
circunstancia más indicada, para que el propio presidente Zapatero, o alguno de
sus ministros más representativos, decidieran también visitar aquellas tierras
españolas que siempre están en el punto de mira de las ambiciones marroquíes.
Sería un momento ideal e histórico que no sucederá.
Ni Zapatero está por la labor de afirmar
la españolidad de Ceuta y Melilla, ni se atreverá a contrariar al rey amigo y
socio de Felipe González. Moratinos, el ministro español de Exteriores que más
ha defendido los intereses de cualquier otro país, por encima de nuestros
intereses nacionales, no solo no moverá un solo dedo; además estará dispuesto a
ser portavoz de las declaraciones más delirantes que se le ocurran a Mohamed
VI, o a cualquiera de sus ministros. El rey Juan Carlos I está fuera de juego.
Dicen que por motivos de salud. En cualquier caso, será casi mejor que no
participe en este problema porque, al igual que Moratinos, el rey siempre ha
parecido más amigo y hermano (según sus propias palabras) de la casa real de
Marruecos que de los ciudadanos de Ceuta y Melilla a quienes visitó
oficialmente por primera vez en 2007,
tres décadas después de iniciar su reinado.
Nos esperan un par de días de
“calentones de boca” mediáticos en Marruecos. Incluso no debería extrañarnos si
algún representante de Izquierda Unida sale al escenario para defender los
intereses marroquíes frente a esa idea de unidad de España que tanto ardor de
estómago provoca en las izquierdas españolas.
En cualquier caso, me encantaría
que la visita de Rajoy sea lo más multitudinaria y mediática posible. Aunque
tenga que ser él mismo, Mariano Rajoy, quien se convierta en el catalizador
momentáneo del despertar de la solidaridad del resto de españoles con ceutíes y
melillenses. Y si esto no gusta a socialistas, casa real y demás comparsas
promarroquíes, que se fastidien con “J”.
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