Sobre
la ley del maltrato
por
Martín Cid
Hay
asuntos peliagudos de los que más vale no hablar. Uno de ellos es, por ejemplo,
el de las mujeres maltratadas. Que nadie se asuste, no voy a defender el
maltrato (ni masculino ni femenino), pero sí voy a intentar entrar en el fondo
del problema: las consecuencias de esta ley y lo que realmente pretende.
Discriminación
positiva. A la mujer se la trata legalmente como a alguien inferior en fuerza
(venga, vale) e, incluso, se presupone que ella no puede defenderse verbalmente
(este último caso no se ha dado desde mi abuela hasta mi madre, pasando por mi
novia y hermanas y demás). La discriminación positiva también parte de otro
hecho cuanto menos discutible: que el varón tiene el “dinerito” y que ella es
poco menos que una señora de la limpieza por las mañanas, señora de compañía
por las tardes y señora en la cama por las noches… todo ello pasando por una
serie de agravantes de insultos, agresiones físicas y verbales que (seamos
sinceros) sólo se dan en casos muy extremos.
Pero
la ley contempla esta “discriminación positiva” para todas las mujeres (sí,
alguien me dirá que si no fuese para todos no se trataría de una ley), lo que
nos lleva a un peligroso asunto: la denuncia falsa. Por desgracia, todos
conocemos casos en los que por eso de “sacarse unas pelillas” se echa a perder
el matrimonio y el futuro de los hijos.
Como
muestra un botón: en Ceuta, de las 119 denuncias por maltrato, nada más y nada
menos que 96 fueron absolutorias. Después de desengrasar mis matemáticas y con
un estupendo programa llamado Calculadora llegué a este número: 82% de
absoluciones. ¿Qué sucede entonces con ese 82% de mujeres? No existe en España
condena o multa alguna por falsas acusaciones en este tema y, en cambio, sí en
otros ámbitos legales. De esta manera, la famosa “discriminación positiva” se
convierte en un arma para mujeres que emplean la ley para beneficio propio.
Sí,
claro que el maltrato (o se llame como se llame) debe ser condenado… al igual
que cualquier tipo de agresión ya sea entre hombre con hombre, mujer y mujer o
lo que sea. Y es que parece que nos olvidamos del asunto: la agresión está
condenada por la ley.
De
esta “discriminación positiva” surge otro interrogante: ¿qué se entiende por
verdadero maltrato? No hace mucho contemplaba el famoso programa Informe
Semanal (por supuesto, con respecto a la Semana de la Violencia de Género) en
el que no se trataba del asunto de la violencia física (insisto: no hay que
pegar a nadie, en esto estamos todos de acuerdo), sino de la violencia
psicológica. ¿Cómo juzgar esto y, lo más peligroso, cómo se puede delimitar lo
que es maltrato psicológico de lo que habitualmente sucede en las parejas
(broncas en las que ninguno de los dos se dice nada bonito)? Las entrevistadas
ya no eran mujeres con agresiones físicas, sino mujeres del tipo “después de
suspender tres años en la E.S.O. mi pareja me dijo que no servía para estudiar”
(lo grave del asunto es que es este mismo caso, no me lo invento). Esta chica,
no olvidemos que salía como ejemplo en un programa de la TV pública, me temo
que no está sufriendo ningún tipo de maltrato psicológico, sino a un chico que
le está aconsejando (bien o mal).
Las
condenas por este maltrato psicológico sólo pueden ser entendidas desde las dos
partes, y nadie es culpable declarado por el hecho de pertenecer a uno u otro
género. Y es que, no… los insultos de los hombres no son más graves que los de
las mujeres y en el contexto de una riña o discusión (siempre sin llegar a las
manos), lo que se diga no debería pasar del ámbito privado.
Ahora
pasaremos a un asunto mucho más serio (y que nadie piense que me tomo a risa a
las muertas por violencia): el empleo político de una ley con oscuros fines
para apoyar toda una serie de cuestiones que nada tienen que ver con la
violencia contra la mujer (prefiero esta expresión, lo siento). De que un
partido u otro promueva una medida para proteger a alguien que, en principio,
está desfavorecido no podemos inferir que este partido sea bueno en otros
ámbitos de acción. Dícese: el Gobierno ha empleado una táctica evasiva
manipulando conscientemente a la opinión pública para crear mediante un asunto
que nada tiene de político un clima favorable a sus intereses. Y es que, por
mucho que lo intenten, los maltratadores no son de derechas ni de izquierdas
sino personas que, por una u otra razón, han cometido un delito. Así, la Ley de
Violencia de Género sugiere toda una serie de cambios en los patrones culturales
sin relación con la muerte de cincuenta mujeres el pasado año.
Y
es que el asunto más grave es el siguiente: se achaca a las costumbres y la
cultura del pasado hechos de violencia que son porcentualmente mínimos. De 40
millones de españoles… 24 millones de mujeres… 59 mujeres muertas… lo que
equivale a (más o menos, mi calculadora está echando humo)… 0,000024583% de
mujeres muertas en España por maltrato.
Infinitesimal,
sobre todo cuando partiendo de estos casos (sí, muy graves) se crea una ley que
trata por igual un asunto doméstico (en el que nadie sale muerto) y un asunto
gravísimo pero infinitesimal.
Y
partiendo de este hecho vienen las derivaciones (hoy tengo espíritu
matemático): la cultura de nuestros padres nos han llevado a estas 59 mujeres
muertas en el año 2009, por lo que hay que cambiar esta cultura por otra nueva
que, casualmente, es la que viene de esta social-democracia tan en boga. Así,
cambiamos leyes y comportamientos de antaño porque lo nuevo es mejor (o eso
dicen) y condenamos por añadidura cualquier comportamiento que nada tenga que
ver con la violencia contra la mujer pero que sí que tiene que ver con la
cultura de nuestros padres y abuelos. Basándonos en esta idea, ya sea fumar en
espacios públicos o tener una casa no insonorizada
constituye un delito porque forma parte del pasado y el pasado es, según este
Gobierno, algo que debe ser borrado del mapa porque 59 mujeres han muerto el
año pasado por Violencia de Género.
Me
comprenderán, señoras y señores, que no tiene sentido.
Hay
que condenar la violencia contra la mujer porque está mal.
Y
hay que condenar a los que hacen demagogia de un asunto tan grave.
**Martín
Cid es autor de las novelas Ariza (ed. Alcalá), Un Siglo de Cenizas (ed.
Akrón), Los 7 Pecados de Eminescu (ebook) y del ensayo Propaganda, Mentiras y
Montaje de Atracción (ed. Akrón).
Nunca se agrede a "la" mujer, sino a UNA mujer, concreta, definida, determinada.
ResponderEliminarNunca justificaré la violencia contra nadie, pero una cosa tengo segura: cuando un hombre agrede a una mujer no lo hace por motivos ideológicos o machistas, sino por otros problemas.
El análisis para acabar con estos casos está mal hecho, de ahí parte el que no se dé con la solución.
Estoy de acuerdo. Pero estos legisladores basados en ideologías extremisas no buscan solucionar problemas. Buscan dominar a los colectivos que no les gustan, como es este caso.
ResponderEliminarAbsurdo. Tremendamente absurdo.
ResponderEliminar50 a 90, mujeres asesinadas al año a manos de sus parejas, no deja de ser un dato alarmante. Un dato que refleja el fracaso de toda una sociedad en educación, prevención, y sentido común.
90 muertes al año son muchas.
Desgraciadamente el dato es erróneo y son muchas más las personas muertas por el fracaso familiar y de convivencia....
200 mujeres se suicidan (casos que el INE acredica causados por problemas de pareja) al año por culpa de un sentimiento de abandono o de fracaso familiar. Si. 200 más o menos, son abocadas a la muerte por fracaso familiar. Ya no tenemos esas 90 muertas anuales por violencia "machista". Tenemos 290 muertas al año (aproximadamente).
Pero el drama no termina aquí. Al año, se suicidan al rededor de 400 hombres por las mismas causas (no olviden que en España se suicidan al año, una media de 2700 personas, 6'5 al día...¿!?).
Tenemos por lo tanto, que el fracaso de nuestra sociedad en materia de convivencia familiar, causa al año, no menos de 800 muertos al año, o lo que es lo mismo, más de 2 (2'2) muertos diarios.
Repito: Absurdo, tremendamente absurdo que sólo se preste atención al 10% de un problema...
En qué coño piensa la gente....