Una reflexión interesante en el blog amigo El
Rincón de la Libertad.
El autor relata brevemente un punto de su existencia en
el que decide que, habiendo sido cristiano por mucho tiempo, trató
de no tener fe en base a distintas circunstancias del momento.
A lo largo de mi vida, que pasa ya del medio siglo,
he conocido personas practicantes de su religión que, pasando por
circunstancias complicadas, difíciles, incluso terribles, han sufrido crisis de
fe que, en unos casos, les ha apartado definitivamente de sus creencias pero,
en otros, las dificultades del momento han servido de aliciente para fortalecer
sus convicciones y fe en algunos principios que todas las confesiones
cristianas que conozco comparten: la comprensión de que los problemas en esta
vida tienen un propósito que, en no pocas ocasiones, escapa de nuestra
comprensión hasta que, mucho tiempo después, descubrimos que aquello que tanto
daño nos hizo nos fortaleció y purificó como un horno hace con una cerámica de
mucho valor.
En “La Fe del Ateo” podemos hallar una breve reflexión
que nos enseña que, como a algunas personas les ha sucedido, para ser ateo por
querer dejar de creer en Dios, también hace falta tener fe.
¿Y el final?
No seré yo quien lo cuente. El final está bien como
está… y donde está, en el sitio que le corresponde. Aquí.
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