Como ya publiqué en un artículo anterior , la ideología de género se mantiene en primer plano de actualidad porque vive
del dinero público cuyas aportaciones son mucho más cuantiosas que las de
ciertos intereses privados. Pero los recursos de los contribuyentes no
constituyen la única herramienta de la que se vale esta ideología aberrante y
liberticida. La victimización y la creación de culpables a los que linchar en los
medios es otra de las estrategias que los ideólogos y sus secuaces manejan a la
perfección, como hicieron más de un siglo atrás los movimientos socialistas y
comunistas que pugnaban por romper el poco elevado techo de aceptación social
que tenían durante su primera época de existencia.
Hoy, el movimiento
LGTBI, que aglutina oficial y oficiosamente a toda una serie de grupos que
asumen definiciones que van desde gays, lesbianas, pasando por todas las nuevas
identidades sexuales que unos y otros, contando con el respaldo explícito de
organismos oficiales nacionales e internacionales como la ONU, han ido
inventando sobre la marcha, hasta los que pugnan ahora más que nunca por legalizar la pedofilia bajo el eufemismo “relaciones
intergeneracionales”, y acabando por los defensores de “normalizar” la zoofilia”,
está recurriendo constantemente a ser víctima por encima de todo. Víctima del
machismo, del heteropatriarcado, del fascismo, de la religión y de cualquiera
que se atreva a criticar a la propia ideología de género.
Así que los políticos de
la gran mayoría de los partidos, incluyendo a alguno de los que eran hasta hace
un tiempo tenidos por conservadores, aceptaron la ideología de género y
comenzaron a defenderla, unos promoviendo leyes, y otros poniéndose de perfil y
votando a favor de los primeros al momento de aprobarlas.
En esta campaña
electoral para las Elecciones Generales de 2019 la ideología de género y su
circo de payasos psicóticos no está ocupando un puesto demasiado visible en el
argumentario y las declaraciones en cascada de los diferentes partidos y sus
líderes. El golpe de estado en Cataluña, El coco comeniños que para la
izquierda supone esa “llegada de la extrema derecha” y la mala situación
económica que el Doctor Sánchezstein heredó del traidor Rajoy y que se ha
encargado de empeorar visiblemente en los meses que lleva subido al Falcon son
algunos de los argumentos estrella. Pero en este río revuelto de demagogia
política y memoria de pez del electorado no es difícil pescar algunos detalles
que nos indican cómo todos, o la mayoría de partidos, aunque con matices,
defienden las líneas maestras de un plan social liberticida que trata de
desestructurar una ya enferma sociedad de la que, cualquier día de éstos, se convertirá
definitivamente en la escombrera moral y ética que a los que gustan de vivir mejor
entre lo peor de la condición humana.
En el caso de hoy, la
candidata de Ciudadanos al Congreso por Madrid ha declarado que hay que
proteger al colectivo LGTBI. Es la misma palabrería que Podemos, PSOE y PP. De
momento Vox no parece haber caído en esa trampa; pero ya se verá si es distinto
cuando toque poder.
La candidata de
Ciudadanos, como los otros políticos, habla de proteger, pero no ha
especificado mucho contra qué o quiénes. Los argumentos son siempre los mismos. Segregación, persecución y violencia contra éste colectivo. Pero la realidad, es que quienes sufrimos segregación, persecución y violencia somos precisamente quienes no bajamos la cabeza ni ante sus delirantes argumentos ni ante sus amenazas.
En mi opinión, la gente
que no presume todo el día ni de su condición sexual ni de sus deseos
aberrantes, la gente que no admite que a sus hijos se les aleccione desde niños
para que sean homosexuales, o lesbianas, o abortistas, o pedófilos, o
zoofílicos, o perturbados que se mutilan miembros para negar su condición
humana, la gente que no recibe ayudas necesarias de las instituciones porque
esas ayudas se destinan a financiar operaciones de cambio de sexo, es la gente
que debería ser protegida del cada vez más invasivo colectivo LGTBI.
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