Máxima de manual nacionalista. Lo mío es mío y lo tuyo es mío también.

Cuando se trata de pedir, con razón o si ella, todos los argumentos son pocos para conseguir lo que se desea. Hay pretensiones que, por su verdadera intención o por su falta de oportunidad, no pasan desapercibidas. Pero si dichas pretensiones consiguen su objetivo, el efecto sobre la opinión publica no solo puede ser la indignación; también el asombro, la decepción, son resultados habituales.

La Generalitat Catalana exigió – con una fuerte y habitual carga de victimismo – que le fueran confiados para sus archivos todos aquellos documentos del Archivo de Salamanca. No dude ni por un segundo que los conseguiría.

Yo era partidario de la opinión de los profesionales. Es decir, de los investigadores y estudiosos, que defendían una localización única para toda la documentación de la historia de España, frente al fraccionamiento del archivo por varias comunidades autónomas. Me parecía la opción más razonable. Pero estaba seguro que la Generalitat conseguiría sus fines. No en vano, los nacionalistas – como he mantenido en muchas ocasiones – pesan más en Madrid de lo que están dispuestos a admitir públicamente. Además, contaban con el beneplácito de un gobierno central incapaz e intencionadamente hostil hacia cualquier vestigio de unidad en España.

Al poco tiempo, miles de documentos salían hacia Cataluña, dejando incompleto el Archivo y obligando a los usuarios del mismo a desplazarse para consultarlos. Era una victoria más de los nacionalistas, revestida por Zapatero como deuda histórica pagada a Cataluña.

Hoy la Generalitat Catalana es la que no quiere devolver lo que realmente no le pertenece. Más de cien obras de arte sacro, que durante la guerra civil fueron trasladadas desde la diócesis de Barbastro-Monzón hasta la provincia de Lérida, permanecen en poder de la Iglesia Católica Catalana, a pesar de lo decretado por el Vaticano, que insta a devolver los bienes a Aragón.

Años de litigios no han conseguido que se haga justicia. La Iglesia de Lérida ha estado dando largas unas veces y negativas otras tantas, para que las obras de arte no abandonen sus tierras. La Generalitat ha salido en defensa de su gran aliada. No olvidemos que la Iglesia Catalana, por lo general, se ha mostrado desde hace mucho tiempo tan nacionalista como pueda haberlo hecho la vasca. Es un fenómeno casi idéntico, provocado por diferentes causas; Las iglesias católicas de ambas comunidades autónomas, de la mano de sus respectivos gobiernos nacionalistas, en contra del Estado y del Vaticano.

Como en España nunca pasa nada, este caso no será una excepción.

El nacionalismo Catalán laico-católico mantiene en su poder los bienes religiosos de la franja aragonesa. No los devuelve, sabedor de que el Presidente de Aragón, Marcelino Iglesias, absolutamente manejable por Zapatero y catalanófilo de pro, no dispone de influencia alguna para hacer valer los planteamientos que debería defender si fuese de verdad un presidente en la práctica y un aragonés de corazón.

Tampoco puedo decir que el vicepresidente Biel este partiéndose la cara en este asunto. Desde hace tiempo parece más preocupado por conservar su cuota de poder con despacho y auto oficial incluidos, que por defender lo que los aragoneses piden a gritos: no solo una serie de obras de arte sacro no devueltas a sus legítimos dueños; también la dignidad de Aragón ante los trasvases de conveniencia política, las infraestructuras que no se hacen por no incomodar a catalanes y vascos y el pancatalanismo, que pretende incluir su lengua como oficial en la Comunidad Autónoma de Aragón. En definitiva, unos pocos ejemplos de las muchísimas promesas incumplidas que los aragoneses contemplan desde hace mucho tiempo.

Como muestra, este link. Febrero de 2004.

http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/noticia.asp?pkid=102700