
Si no existiera Joan Tardá, habría que inventarlo, aunque solo fuera por los hilarantes momentos que nos ofrece de vez en cuando. Hubo un tiempo en el que un discurso de Tardá me provocaba acidez de estómago. Hasta que un buen día descubrí que, para estos casos, el mejor protector estomacal es asumir que elementos como este siempre tendrán su cuota de público, digan las barbaridades que digan, y que es más recomendable intentar ver el lado cómico de estas arengas antes que intentar comprender el fondo de los mensajes, si es que tal fondo existe.
Alguien me comentó en una ocasión que a este lumbrera del catalanismo rancio y excluyente tan solo le faltaba la bocina para parecerse a Harpo. Le contesté que podía ser. Que, en cierto modo, mejor estaría mudo, dando bocinazos y pasando la gorra por Las Ramblas. En cualquier caso, creo que la vida del propio Harpo fue más productiva que la de este político profesional que vive del cuento y mantiene su caché a base de calentar el ambiente.
Cataluña no se merece tipos como este. Tardá es como el eco de Carod Rovira. Parece la versión corregida y aumentada del jefe de ERC, pero sin ese punto charnego que tantos independentistas tienen. Y es que ya se sabe. En ciertos ambientes conviene hacerse perdonar – u olvidar – los orígenes no catalanes, para poder enarbolar más alto la bandera del victimismo antiespañolista. No solo lo hacen radicales como Carod; la misma Marta Ferrusola siempre ocultó sus orígenes aragoneses, de la misma Tarazona, por más señas.
Llamar “extraterrestres” a quienes, en Cataluña, no son separatistas, demuestra que este hombre es un manipulador absoluto, capaz de tomar cualquier principio ético de la política, si es que todavía queda alguno, y darle la vuelta como un calcetín. Acusa a otros de “etnicismo” y “catalanofobia” desde su propia posición de independentista excluyente, defensor de nacionalistas perseguidores y asesinos y jaleador de todo lo que signifique agresión al estado del que cobra y vive.
Hay ocasiones en las que más vale no tomarle en serio. Vivimos en un país, tan absurdo en ocasiones, que se interesa más por los modelos de Carla Bruni y Leticia que por las consecuencias del encuentro entre el presidente francés y el español. Un país tan difícil de entender, que a veces no sabe uno como explicar que Joan Tardá no es una excepción. Que tenemos muchos Tardás en nuestras tribunas públicas, y mucho público entregado a cada uno de esos Tardás. Pilar Urbano tenía razón esta mañana en estar tan indignada, cuando hablaba de la mayor repercusión que muchos medios concedían a las comparaciones entre
¿No lo creen así? Pues ahí tienen un ejemplo. Ahí tienen a Tardá.