
Está a punto de terminar este intenso día jueves. Uno de esos días en los que uno tiene la agenda bien planificada, pero la primera tarea se tuerce; lo que provoca que las siguientes vayan cayendo, o retrasándose como piezas incontrolables de un dominó.
Antes de ir a dormir, y mientras mi esposa y yo tomamos unos mates, costumbre aprendida de un matrimonio uruguayo-argentino amigo nuestro, repaso la prensa digital, para ver si puedo confirmar lo que escuché hace tan solo un par de horas en esRadio. Repaso tres o cuatro diarios on line. Ahí está. En la red. La otra noticia trascendente que nos perfilará el verdadero e importantísimo contenido que, para los españoles, quedará de esta reunión del G-20 en Pittsburg, a la que España está invitada como el que se cuela en el banquete de una boda cuando ninguno camarero vigila la puerta: además del la recién establecida culpabilidad del cambio climático en la crisis mundial y la necesidad perentoria que occidente tiene en islamizarse moderadamente - según palabras de nuestro Presidente José L. Fitzgerald Rodríguez Kennedy Zapatero -, La presencia de la delegación española será planetariamente recordada por la foto del posado de la familia de nuestro Presidente con Obama & wife.
A primer golpe de vista, el efecto es ciertamente desagradable. Me importa poco, por no decir nada, que me tachen de autoritario; pero yo no hubiera permitido que mi hija hubiera aparecido con semejante aspecto en una fotografía que va a aparecer en medios de todo el mundo. Quiero decir que si a mi hija le diese por vestir como lo hacen cualquiera de las tribus urbanas, grupos, colectivos, o como haya que llamar a estos movimientos de manipulación de juventudes, yo tendría que transigir, o bien dedicarme a seguirla todo el día para evitar que cambiase sus ropas por un disfraz corporativo a la primera ocasión. Pero de eso, a tener que tragar que toda la familia pareciésemos los Adams precisamente en una reunión con el mandatario de los Estados Unidos, hay mucha diferencia.
Así que les confieso a ustedes que tengo la duda sincera de si la foto ha sido prohibida por Moncloa para salvaguardar la identidad de unas niñas a las que no se puede identificar tras el pixelado de sus rostros, o para evitar el más que posible ridículo de quedar retratados para la posteridad como si fuesen la delegación diplomática de Transilvania en Pittsburgh.
Esto no es serio. Ni formal. Esto es una catetada familiar que se ha intentado ocultar de los periódicos y televisiones. Es la versión Moncloa de la señora que sale a comprar el pan y el chopped con ropa deportiva y zapato de tacón. Pero, en Pittsburg, no es el resto del barrio el que te observa. Allá, se supone, está lo más granado de la elite mundial. El G-20, nada menos. Y la familia de Rodríguez Kennedy Zapatero se presenta como para un Halloween. Trick or Treat.
No es por desanimar. Ni por mal meter. Pero si éste es el antecedente del advenimiento del próximo acontecimiento planetario del que nos avisara Leire Pajín, el futuro evento promete muchos y grandes momentos.
La imagen pertenece a la edición digital de El Mundo.
Antes de ir a dormir, y mientras mi esposa y yo tomamos unos mates, costumbre aprendida de un matrimonio uruguayo-argentino amigo nuestro, repaso la prensa digital, para ver si puedo confirmar lo que escuché hace tan solo un par de horas en esRadio. Repaso tres o cuatro diarios on line. Ahí está. En la red. La otra noticia trascendente que nos perfilará el verdadero e importantísimo contenido que, para los españoles, quedará de esta reunión del G-20 en Pittsburg, a la que España está invitada como el que se cuela en el banquete de una boda cuando ninguno camarero vigila la puerta: además del la recién establecida culpabilidad del cambio climático en la crisis mundial y la necesidad perentoria que occidente tiene en islamizarse moderadamente - según palabras de nuestro Presidente José L. Fitzgerald Rodríguez Kennedy Zapatero -, La presencia de la delegación española será planetariamente recordada por la foto del posado de la familia de nuestro Presidente con Obama & wife.
A primer golpe de vista, el efecto es ciertamente desagradable. Me importa poco, por no decir nada, que me tachen de autoritario; pero yo no hubiera permitido que mi hija hubiera aparecido con semejante aspecto en una fotografía que va a aparecer en medios de todo el mundo. Quiero decir que si a mi hija le diese por vestir como lo hacen cualquiera de las tribus urbanas, grupos, colectivos, o como haya que llamar a estos movimientos de manipulación de juventudes, yo tendría que transigir, o bien dedicarme a seguirla todo el día para evitar que cambiase sus ropas por un disfraz corporativo a la primera ocasión. Pero de eso, a tener que tragar que toda la familia pareciésemos los Adams precisamente en una reunión con el mandatario de los Estados Unidos, hay mucha diferencia.
Así que les confieso a ustedes que tengo la duda sincera de si la foto ha sido prohibida por Moncloa para salvaguardar la identidad de unas niñas a las que no se puede identificar tras el pixelado de sus rostros, o para evitar el más que posible ridículo de quedar retratados para la posteridad como si fuesen la delegación diplomática de Transilvania en Pittsburgh.
Esto no es serio. Ni formal. Esto es una catetada familiar que se ha intentado ocultar de los periódicos y televisiones. Es la versión Moncloa de la señora que sale a comprar el pan y el chopped con ropa deportiva y zapato de tacón. Pero, en Pittsburg, no es el resto del barrio el que te observa. Allá, se supone, está lo más granado de la elite mundial. El G-20, nada menos. Y la familia de Rodríguez Kennedy Zapatero se presenta como para un Halloween. Trick or Treat.
No es por desanimar. Ni por mal meter. Pero si éste es el antecedente del advenimiento del próximo acontecimiento planetario del que nos avisara Leire Pajín, el futuro evento promete muchos y grandes momentos.
La imagen pertenece a la edición digital de El Mundo.
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