Iñaki Gabilondo ha convertido su
marcha de Cuatro en uno de los mayores ejemplos de patetismo y victimismo de
las últimas fechas.
Se va dolido porque considera que
muchos españoles le odian. Marcha del canal de televisión que PRISA obtuvo a
cambio de favores al Partido Socialista. El mismo canal que ahora, para
sobrevivir, quedará en manos del odiado Berlusconi y Telecinco.
La crisis tampoco ha respetado a
los medios que se dejaron la piel por Zapatero. Hay un dicho norteamericano que
me encanta: “el animal más cobarde del mundo es un millón de dólares”. Este
dicho es literal. El dinero solo tiene amigos cuando todo va bien. Pero antes
de que la cosa empeore, al menor síntoma de problema, el dinero desaparece. Sucede
lo mismo con la política. Y, por extensión, con los medios de comunicación y
sus sucios sótanos.
Gabilondo lo ha dado todo por su
partido socialista. Ha manipulado. Ha mentido. Ha disculpado atentados contra
sedes de otros partidos. Ha colaborado en ocultar escándalos. Ha arremetido
contra inocentes. Ha comparado a demócratas con terroristas. Ha defendido lo
indefendible. Santificó a Felipe González y otros socialistas de su generación
y luego subió tambien a los altares a Zapatero y su cuadrilla.
Gabilondo negó la crisis, tal y
como la negó Zapatero. Desde sus comentarios cargó contra la oposición de tal
manera y tan repetidamente, que sobre el fondo del decorado de su noticiario
solo faltaba el logotipo del PSOE. Y la crisis que no existía, que era cosa de
fachas y crispadotes, se ha llevado a Gabilondo por delante.
No me sorprende lo sucedido. El
poder no suele tener amigos. Prefiere peones, caballos, alfiles… Tipos
dispuestos a lo que sea por ganar una posición y un buen dinero. Piezas de
ajedrez que hayan pagado las consecuencias de oscuras maniobras de sus jefes
las hay en política, en los medios, en la judicatura, en la policía y hasta en
Alcohólicos Anónimos. Lo que sí me sorprende es que Gabilondo crea realmente,
en su fuero interno, que es odiado por millones de españoles por haberse opuesto
a la guerra de Irak.
Ignoro si Iñaki es odiado,
despreciado o ignorado. Personalmente, me basta con catalogarlo en esa clase de
periodistas a los que yo nunca adjudicaría ningún mérito en defender la verdad,
la objetividad o la libertad de expresión. Él ha jugado y apostado por los más
fuertes. Ha ganado durante mucho tiempo. Pero el desastre que él, entre otros
muchos, se empeñó en desmentir y ocultar, le ha llevado a su actual situación.
Parece que Iñaki Gabilondo
recalará en CNN+; lo que es lo mismo que acabar como recepcionista de un hotel
cuando antes has sido intocable y respetado director durante tantos años.
PRISA, o lo que queda de PRISA, no tiene otro lugar mejor donde alojarlo,
porque la propia compañía apenas tiene donde agarrarse. En estos tiempos difíciles,
en los que asistimos a uniones tan extrañas, e imposibles hasta no hace mucho,
como el caso de Antena 3 y La Secta, Gabilondo no tiene ya un lugar de
predominio. Ni siquiera parece plantearse volver a hacer radio en la SER, desde
donde, durante tantos años, fue también vocero de socialistas y maquillador de
informaciones. Queda su puesto libre como comunicador del progresismo, tal y
como sucedió con Luís del Olmo, agradecido y ferviente defensor de Jordi Pujol y
su “moderado” y clientelar nacionalismo, cuando decidió apostar por Punto
Radio, en pleno trance de soberbia, convencido de que arrastraría la totalidad
de audiencia que mucho tiempo antes le había seguido en su marcha desde COPE a
Onda Cero.
Está aún por ver si Iñaki Gabilondo
logrará desplazar a José María Calleja en CNN+. Se avecinan emboscadas en
despachos y pasillos. Ya se sabe que, entre divos, la realidad supera a veces a
la ficción y la convivencia acaba pareciéndose a aquella película de Mad Max,
con su inquietante Cúpula del Trueno. Dos entran, uno sale…