Mientras el Magreb arde y acumula cientos de muertos en sus protestas contra los gobernantes dictadores, occidente se pregunta, creo que no sin cierta inocencia, si no habrá llegado el momento de que la democracia llegue a estas tierras del Islam. Algunos periodistas y políticos europeos tratan de comparar los sucesos actuales con la caída del muro de Berlín de dos décadas atrás.
Estas afirmaciones son muy arriesgadas. Los intentos democratizadores en los países musulmanes tienen una larga tradición de fracaso. Tratar de mezclar democracia con Islam, respetando los principios fundamentales de ambos sistemas, es querer combinar el autoritarismo y la falta de libertades con el respeto a la ciudadanía y a su derecho de participación en la vida política de un país. Es una receta imposible, porque lo primero acaba por devorar a lo segundo. El desastre está asegurado y provoca, en ocasiones, mayor represión que la anterior al intento de aperturismo.
Llama la atención ahora el silencio de la izquierda europea, socia, benefactora, complaciente y defensora del Islam. Quienes hicieron de la guerra de Irak su principal estrategia para tratar de derribar un gobierno en España y horadar más aún las bases ideológicas sobre las que se sustenta occidente, guardan ahora un silencio indiferente ante los muertos en las revueltas desde Egipto hasta Marruecos. Un silencio que extraña, porque la izquierda no suele perder oportunidades como estas para obtener beneficio desde la confusión.
Por poner un ejemplo de lo complicado de esta situación de revueltas, una de las fotos más llamativas de las manifestaciones de Marruecos que han aparecido en los medios digitales es la que muestra a un joven manifestándose contra Mohamed VI llevando una camiseta con la efigie del Ché Guevara. ¿Es un caso típico de ignorante que aún cree en la izquierda romántica y la leyenda de héroe forjada entorno a ese asesino? ¿Es una declaración de intenciones, demostrando mediante símbolos que algunos quieren salir de dictaduras islámicas para caer en dictaduras comunistas?
Del mismo modo, el principio del las protestas en Egipto estaba basado en movilizaciones populares que exigían el fin de un régimen, pero no tardaron en sumarse, aunque manteniéndose todavía en segundo plano, líderes religiosos que defienden la aplicación de leyes islámicas como la Sharía, basada en el Corán y que aplica el estrangulamiento de las libertades con tanta eficacia como terror.
El Islam de la costa mediterránea se ve ahora en la encrucijada de decidir si se encamina hacia la democracia o hacia la radicalización. Cada uno de esos países, con sus propias particularidades, se encuentra en la tensión provocada por sus propios intereses, los intereses occidentales, los religiosos y los políticos. Es muy pronto aún para adivinar un fin.
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