
La carrera de modernización que emprendió España a principio de los 80s no acabó con todos los tópicos del español medio. Alguno queda, aunque hace ya veinte años que los niños desayunan tantos cereales con leche como galletas con Colacao y el bocadillo de calamares haya perdido la batalla contra los burgers.
Quizás ya no exista, tierra adentro, el prototipo de cateto español. Pero en el extranjero, sobre todo en épocas de vacaciones y en política internacional, el cateto, el palurdo, el ignorante que da lecciones de todo aunque nadie se lo pida, el que pretende arreglar las cosas o enseñar a cocinar a los que viven en otros países, ese tipo de cateto se ha multiplicado por muchas cifras en los últimos treinta años.
Leer que Zapatero asegura en Estados Unidos que el cambio climático (ya no existe el calentamiento global, claro) es, en parte, culpable de la recesión, y recordar cierta ocasión que viví en Zurich, viendo a un buen grupo de españoles vaciando una maquina de tabaco, en la calle, usando las antiguas monedas de cinco pesetas, que coincidían en tamaño y peso con las de un franco, llevándose casi gratis todo un cargamento de cigarrillos cuyas marcas eran carísimas en España, ha sido todo una concatenación de sentimientos y recuerdos. Quizás porque también asocié la sensación de vergüenza por ver a aquél montón de catetos vociferantes, dando la nota en plena calle, además de defraudando a los hieráticos suizos, con la perplejidad, y también cierta vergüenza, por asistir de nuevo a espectáculo de ver a Rodríguez Zapatero, nuestro cateto por excelencia (solo igualado por Moratinos), en Pittsburg, clamar por la alianza de civilizaciones con el Islam – ese Islam que respeta lo mismo a occidente que a las musulmanas – adornando el discurso en esta ocasión con un toque medioambiental ecologista con el que busca concienciar a la humanidad de que el clima global conspira contra la economía mundial.
Mucho cuidado. O, como decía un profesor de mi adolescencia en Santa Cruz de
La locuacidad del presidente español ha desaparecido en cuanto algunos periodistas le han preguntado por las inminentes subidas de impuestos. Solamente se ha expresado para reiterarse en su mensaje de que serán las rentas altas las que contribuirán con un mayor esfuerzo para proveer las arcas públicas. Lo que en economía práctica se traducirá, pese a las negativas socialistas, en mayor presión sobre las clases medias y trabajadoras, dándose además la paradoja de que los grandes patrimonios se verán exentos de los próximos incrementos fiscales.
Si algo ha quedado absolutamente claro durante este último mes es que pagaremos más por muchas cosas. Nos será aún más caro vivir en lo que nos quede de recesión, que será bastante más que a otros países con los que nos gusta compararnos, posiblemente para que no nos comparen con los países a los que no nos gusta parecernos. España sigue exportando catetos. De hecho, hemos logrado apalancar, como invitado en Pittsburg a nuestro cateto máximo. Al que rompe todas las reglas y teoremas. El único cateto español que podría exceder a la suma de dos hipotenusas sin apenas esfuerzo. El delirio de Pitágoras.
Copie y pegue el texto, si desea oír el artículo.